VEGUET.4. Número 6. 2001-2002 41

LAS CATÁSTROFES NATURALES Y EL DESARROLLO

URBANO: EL ALUVIÓN DE 1713 Y SU REPERCUSI~N

EN LAS PALMAS

54 Pedro C. Quintana Andrés

Resumen: Las Palmas fue una ciudad

sacudida periódicamente por una

serie de catástrofes naturales quc gene

raron gran incrrtidumhrr, elevados gastos

económicos e, incluso, muertes en el

seno de una sustancial parte de su población.

La mayoría de estos episodios

estuvieron relacionados con las rcitcradas

avenidas del barranco Guiniguada,

ciivo caiice dividía a la urbe rn dos partes,

siendo la registrada en 1713 una de

las principales por la dimensión del desastre

y la demostracion de la prolrerbial

incapacidad de las autoridades para

afrontar el problema, el cual no tuvo una

sü:ciri6ii yaiiia: liasiñ 105 ii-iiciüs de: siglv

XIX.

Palabras claves: catástrofes naturales,

avenidas, barranco, desastre

Abstract: Las Palmas was a city periodically

shaken by a wries of natural

cathastrophcs that gcnerated great un

certainty, high economical expen5es and

deads in thr bossom of a great part of

popuiation Mo5t oí these episocies were

related with the reneated ilood ot the

Guiniguada ravime, which rilrerbanks

diridcd thc city in two purts and being

that recorded in 1713 one of the most important

due to the dimensions of the disaster

and demonstration of the proverbial

incompetence of the authorities to

face the problem, wich did not havr a

parhl solution until tlw beginning of

XIX century.

Keys-words: riatural cathastrophes,

flood, ravime, disaster.

Las caiamiciacies generadas por ias condiciones

meteorológicas, los movimientos

telúricos o los ciclos períodos de recesión a

causa dr las alternancia de sequías y excesu

de precipitdciones fueron laclores iiaturales

que afectaron de forma cotidiana a la

población durante el Antiguo Régimen.

Las peculiaridades de la producción agraria

e industrial, la falta de las mínimas niedidas

higiénico-sanitarias o las carencias

de unas básicas infraestructuras urbanas o

en la vivienda coadyuvaron a incrementar

los desasties. Las situaciones descritas se

vieron incrementadas en sus efectos destructivos

por otra serie de acontecimientos

como fueron las guerras, las dificultades en

las comunicaciones o la lejanía a zonas de

auxilio, impidiendo el urgente socorro a los

damnificados.

Los episodios de catástrofes se multiplicaron

durante todo el Antiguo Régimen

donde a los terremotos registrados en 1 isboa

-1755- y lo5 generados en Aniérica

-Panamá, Méjico-, se sumaron la rigurosidad

del clima, como la pequeña era glacial

registrada en Europa entre los siglos

XVI-XVIII (TONT, 1988), o las múltiples

a~alanchasy desbordamientos de ríos en

Ce~itroeuropdC. driarias, pese su posición

geográfica privilegiada y la benignidad dr

sil clima subtropical, no qued6 exenta de

ese tipo de incidencias y a las cíclicas crisis

agrarias a las que estuvieron sometidos

Inc hshitantoc r-l-o l.-l c.- i clsc h;ict-a. l-n.c u nrimpros

albores del siglo XX, de especial gravedad

fueron las de Fiiertevrntiirn y Lan7arotc

( ROLD~ ~DNE LGADO 1967), se sumaron

numerosos episodios de diversa

índole y repercusión: terremotos, como el

acontecido en El Hierro cn 1793 (DARLZS,

1988; BETHENCOURT 1982); los dantescos

episodios de vulcanismo de notable virudos

de actil idad más destructiva fueron en

1646 y 1677 que anegaron en Fuencaliente

la cuiiocida «Fueiik Santa-, Teneiife

-coi1 la iiotable y desgraciada destrucción

de la villa y puerto de Garachico (ACOS-

-.

Ir\, 1994; CiSrRAiu'tSCü, 1 9 7 - o Lanzarote,

con la erupción de l'imanfaya entre

1730-1736, que implicó la desaparición de

numerosos núcleos de población y tierras

de labor (ROMERO, 1991; IIERNÁNDGZ,

1991); los aluvionrs catastrófic»s que arrasaron

viviendas cn la citada Garachico en

1645 (CIOKANESCU, 1977), Canta Cruz de

La Palma de 1783 (LORENZO, 1987) o, incluso,

la destrucción del convento e imagen

de Nuestra Seiiora de Candelaria en 1826

Las catistrofes naturales y el desarrollo urbano: el aluvión de 1713 y su repercusión ... 55

(RODRIGUEZ, 1913); las múltiples plagas

que azotaron los campos (langosta, alhorra,

cuervos, ratas); etc.

Todos ellos supusieron un notable impacto

sobre la población por su incidencia

demográfica -con repercusión de gran

relevancia durante los períodos carcnciales-,

religiosa, al impulsar múltiples celebraciones

y rogativas realizadas para propiciar

la intervención o dar las gracias a la

divinidad, u espncjalrs, tal romo sucede en

diversos momentos en ciudades, pueblos y

amplias áreas de las islds (BETHENCClUXT,

1988; LGRCNZG, ?%7!, sien&

uno de los prii-icipales actos referenciales

más destacado los referidos episodios de

vulcanismo registrados eri Ldrizdrole entre

1730 y 1736.

EL BARRANCO GUINIGUADA Y SU

INCIDENCIA EN LAS PALMAS

DURANTE EL SIGLO XVII

Las Palmas fue una urbe fundada en

torno al curso del barranco Guiniguada, el

cual se erigió como el límite de demarcación

y, a partir de la segunda mitad del siglo

XVl, como navaja occaniana socioeconómico

entre los barrios históricos de la

ciudad: Vegueta y Triana. El cauce estaba la

más de las veces seco por las estacionales

restricciones piuviométricas y ias captaciones

de aguas realizadas en las partes medias

y bajas de su trazado para el riego de

las huertas y cercados de los pagos de La

Angostura, Lleleguinas o las parcelas situadas

en las ireas de cultivo de la propia ciudad.

Este adquiría un aspecto arrieiiazacior

y peligroso ante las periódicas avenidas

con las que sorprendía a los vecinos de Las

Palmas y, sobre todo, a los emplazados en

las zonas urbanas adyacentes a su cauce

(calles como las dc la Herrería, la Pelota,

Carnicería o el área del sector denominado

del Terrero), muchas situadas a un nivel inf

~ r i oarl alcanzado por la corriente de agua.

Las reiteradas avenidas catastrbficas se

sucedían influidas, muchas veces, por el

creciente proceso de deforestación de las

áreas de medianías y la profunda erosión

de terrenos generada en la isla desde mediados

del siglo XVl, la mayoría de las veces

aspectos tan transccndentcs como el de

la propia masa de lluvia caída. En todo caso,

las fuertes arroyadas, acrecentadas por

las tributaciones realizadas por otros cauces

de menor fuste sumados al barranco

principal, se convertían a su paso por la

ciudad en avenidas de carácter catastrófico,

pues en su litoral desembocaba el

barranco Guiniguada.

T.6~i c am~ntlor ,s reiterados aluviones y

los días con abundantes registros pluviométricos

tuvieron especial repercusión en

Las Paln-ias quc, como ciudad con unas infraestructura~

internas precarias y un espacio

urbano constrefiido por las limitacioncs

impucstns por las murallas al norte

y sur, las colinas circundantes en el oeste,

el mar en el este y los terrenos o huertas de

cii:iivu de nbaj;eciiiiirri:v, 1-,o pu& hacer

frente a estas situaciones de emergencia

por la propia precariedad de parte dc su

población, la incapacidad de sus dirigenles

en la búsqueda de soluciones adecuadas, la

limitación de los fondos del '4yuntamiento

y la falta de una política de prevención, la

cual ~ 6 1c~om) enzará a vislumbrarse de forma

efectiva a final del setecientos,

bstos aluviones catastroficos se registraban

con cierta frecuencia en la isla y la

ciudad, arrastrando habitualmente la masa

de agua a su paso el único puente que

comunicaba a los dos principales barrios

conformadores de la urbe palmense. De esta

manera, en 1~)dsñ ob de 1610, 1611, 1613,

1615, 1688 o, en especial, el de 1694 las

avenidas arrasaron con un elevado número

de viviendas y parcelas de labor',

además de destruir el citado puente, reedificado

tras cada nuevo desastre en madera,

aunque a fines de esa centuria, intentando

que fuera más resistente su estructura,

se combinó ésta y la piedra, aunque

el desembolso realizado en la adquisición

de piedras fue limitado al no poder hacer

frente a más gastos el Ayuntamiento en ese

momento.

Las fuertes precipitaciones provocaban

un gran temor entre la población por los

cuantiosos daños ocasionados a la agricultura

y las propiedades, no siendo extraño

el pavor reflejado en diciembre de 1611 por

el escribano de Telde Francisco de Cubas,

cuando se admiraba de las cuantiosas lluvias

caídas sobre la isla el día 15 del citado

mes, recordando que ( a y bino el barranco

(de Telde) de una agua que llobío de bendaba1

que tanta manera que pasó por ensima

d r la p ñ a qiir está ah~xo»' También

los efectos de las lluvias de 1611 en Las Palmas

fueron muy perjudiciales para sus vecinos

que dcbicron contribuir para construir

el citado puente de madera, llamado

vulgarmente '.de palo>>'q, ue ya había sido

reparado por el mcs dc agosto de aqucl

año. Al unísono, se produjo en dicho aluvión

la inundación de las calles y viviendas

sitüadñs eii 105 ii-~Ai-geiieU~ d ~i iui c . ,C CI ~ I

especial virulencia y ruina de las casas

emplazadas cn cl scctor llamado de la

Herrería.

Idéntica situación se vuelve a general

en 1613' y, con mavor gravedad, en

septiembre de 1615. En esta ocasión la

abundante agua circulante por el cauce del

Guiniguada no sólo arrasó con el puente,

sino que se ciesborcib anegando con gran

violencia las vías más cercanas del barrio

de Vegueta. Las calles de la Pelota, Carnicería

y, en especial, la Herrería fueron

inundadas y varias edificios emplazados

allí se vicron arruinados parcial o totalmente.

Uno de los principales propietarios

perjudicados fue el Cabildo Catedral, ya

que siete de sus viviendas administradas

por mandas pías o de las cuales era propietario

se vieron afectadas. Así, en la calle

de la Herrería se derrumbó una casa alta,

donde vivía doña Luisa Ramírez, perdiéndose

a partir de esas fechas no sólo la edificación

sino también el rédito perpetuo de

2.500 marnvedís pagados anualmente al

Comunal Grande. 4 ella, se unieron otras

cuatro viviendas dc una sola planta cmplazadas

junto al puente -habían sido

compradas a censo perpetuo por el mercader

Berbier, la liberta Isabel de Fuentes,

Francisco IIeriiández, oficial de l~errero,y

el canónigo Suárez Ponce- que quedaron

con graves problemas en sus estructuras o

derruidas por el violento embate del agua.

Una vez más, el Ayuntamiento de la isla,

además de las limosnas otorgadas por el

Cabildo Ca teciral, ciehií, aportar una sustancial

parte de sus reducidos fondos para

remozar el puente y también las vías cercams

u1 ~ ~ Z T ~ E C aCd,e mis de refurzar !as

defensas laterales de los márgenes contra

nuevos crecidas catastróficas. Finalmente,

el precedente inmediato a la crecida de

1713 fue la registrada en 1694, cuando los

vecinos de las zonas de la Herrería y el barriv

de San Justo y Pastor se vieron

sorprendidos dentro de sus viviendds por

una atronadnra arroyada del barranco que

durante varias horas inundo las calles de

ambas zonas y obligó a desalojar numerosas

viviendas en el segundo barrio citado.

Las propias murallas que se había realizado

a partir de los anos ochenta en el barranco

quedaron destruida, debiendo el

Cabildo contralar a albaiiiles pdrd bu

remozamiento y reforzamirntoi.

EL ALUVIÓN DE 1713 Y SU IMPACTO

EN LA CIUDAD

El ano de 1713 dio comienzo en las islas

con mal augurio, no sólo por los acontecimientos

negativos atcnazadores de la

corona sino también por la difícil situación

por la que pasaban una importante fracción

de su población tras la etapa recesiva

de 1701-1703, período que dejó indeleble

huella en islas como Fuerteventura y

Lanzarote ademiís de afectar severamente

en todas las islas a los grupos con menos

recursos. A estas circiiiistancias se unió una

nueva catástrofe como fue rl llamadn

((diluvio de 1713,), el cual incidió con distinta

aunque notable intensidad en cada

Las catástrofes naturales y el desarrollo urbano: el aluvión de 1713 y su repercusión ... 57

una de las islas de la región. En Fuerteventura

las lluvias ocasionaron un considerable

deterioro de los principales caminos

de comunicación entre sus núcleos de

población más importantes, convocando el

Cabildu a iodos los vecinos para que, junto

al regidor de su distrito, se dedicaran a

componerlos y rehabilitarlos al tráfico hasta

fiel tiempo oportuno de arreglarlos

totalniente), (ROLDAN-DELGADO, 1967;

206).

En Tenerife sus efectos fueron, aparentemente,

tan o más debastadores pues,

según Viera y Clavilo, la precipitaciones

arreciaron tan abundantes durante toda la

noche del 24 de enero, momento de comien70

del temporal, que el convento de

los franciscanos laguneros se inundó escapando

los religiosos «con la majestad

sacramentada y la insigne imagen del Cantísimo

Cristo», para tomar refugio en las

casas de los condes del Valle de Sdla~arE. stc

parccc h2hc.r sidu c! incidc.fitt. m8s r o ! e

vante, siendo socorridos los frailes por los

citados condes y por el propio Ayuntamiento

tinerfeno, el cual les concedió una

primera ayuda cifrada en 1.000 escudos

(VIERA, 1982; 315).

La misma interisidad t~ivieruri lds precipitaciones

recogid'is en Gran Cariarid,

siendo especialmente afectada la ciudad de

Las Palmas y ias áreas cosieras Uei riorie de

la isla. En la segunda se registró la especial

virulencia ocasionada por los barrancos de

Anzo y Garzas que incidieron sobre los núcleos

de población de Gáldar y Guía donde,

además de algunas viviendas derruidas,

se vieron seriamente perjudicadas aigunas

huertas y cercados de gran

prod~lctividadL. a lluvia arruinó gran parte

de la cosecha de millo y cereales de ese

año en la comarca noroeste de Grari Cdnaria,

además de ocasionar un impacto negativo

en la mayoría de las economías

particulares de sus vecinos. De esta manerd,

don Juan del Saz y Tejada, secretario y

alg~iacil mayor de la Inqiiisiciíin, rrcordaba

en el tardío año de 1743, como en la citada

fecha «con el dilubio de aquas que paresió

en esta isla el año pasado de mil1 septesientos

y trese, se inundó de forma dicho

zercado (la parcela era la conocida por el

nombre de ..La Grama),, sita en el barranco

de Gáldar de la que se pagaba anualmente

un total de 3.024 maravedís de renta perpetua

a la Coirddía del Saritísimo Sacramento

del lugar), que quedó hecho barranco,

y todo tí un pedregdi, de forma que

para que fructificase fue preciso cercarlo,

limpiarlo de piedras y sorribarlo y costó

800 reales,)".

La misma repercusión catastrófica se registró

rn Moya donde, al arrastre d~ tierra

y pérdida de la cvseclia, se sumó la ruina

del templo parroquial, bendecido en 1673,

rindiéndose uno de los testeros además de

caerse las campanas al suelo (CABRERA

VELEZ, 1993). Parecidas circunstancias se

registran en Las Palmas, tiñendo de pesadumbre

unos inicios del siglo XVIII, como

co h.. citsdc ccn anterierid~c!, n.?dz ha!agüefios

para los habitantes de la ciuddd

donde, a la dantesca crisis con la que se inició

el siglo, le sucedió u11 período dc inccr

tidumbre económica y de estancamiento

demográfico, si se compara el crecimiento

de la (ir-he ron las ái-ras 1-111-alec5e rcanas a

ella ti con otras ciudades de cierla jerarquía

dentro de la región. Parte de la población

cdr~ipesiri~qui e i r~iúicioi i~i~r~it~.~dii)iíedI IUtrido

los efectivos urbanos disminuyó en su

flujo hacia 1'1 urbe y Gsta no fue capu, como

hasta ese momento tampoco lo había

podido reali~ard, e aurneritar su vecinddriu

s6lo a base de sci crecimiento vegetativo,

además cie ver como aigunos miembros de

grupos urbanos -especialmente I-iortelanos

y labradores- se desplazaban hacia

pagos de población cercanos de incipiente

auge ecori6inicu (Marzagdri, Fondillo, Dragonal,

Ollería, Atalaya).

La jornada de enero de 1713 fue muy

significativa pues durante muchos años se

convertirá en un referente para describir

un día aciago en la vida de la ciudad. Tal

cvmv acvnteció en las avenidas precederiLas

catástrofes naturales y el desarrollo urbano: el aluvion de 1713 y su repercusión ... SY

tes, las partes bajas de los barrios cercanos

al barranco se inundaron derrumbándose

varias viviendas pero, en esta ocasión, la

fuerza de la precipitación fue tal que arruinó

otros edificios alejados de las tradicionales

zonas de incidencia. El propio Cabildo

Catedral, en acción de gracias por no registrarse

mayores problemas, instituyó el

25 de enero de 1715 una misa perpetua de

primera clase, pucs creían que el 26 de enero

de dicho año la desgracia se abatiría sobre

la ciudad pues en dicho día .<se expcrim

~ n t óPI mainr rnnflictc~d e esta ciudad,.

llevándose el barranco el puente y arruinándose

gran parte del pueblo y las innundacioncs

con cl orror de no axTer raiado

la claridad del día más de la siete de la

mañana por el re lo^))^.

El convento dc San Bcrnardino de Sena,

orden de Santa Clara, fue una de las instituciones

más afectadas en su estructura y

eiüriüii-ch. Eesde antes de 1712 e! irtuilasterio

sostenía pleito con los poseedores del

vínculo del arcediano Domingo de 12lbiturría

Orbea y Salazar pur cuestión de una

vivienda alta y sobradada adyacente al

convento por que desde allí, «presindiendo

del rexistro que con ellas tenía la clausura

y demás ynterioridades de los ejersisios

rreligiososo, siendo materia tan prohibida

quanto digna de especialisimo remedio»,

se observaba el interior del monasterio. El

temporal no sólo ocasionó destrozos en el

convcnto sino que la casa se perdió con el

fuerte temporal y «demolieron los muros

que dibidían el dicho monasterio y habían

quedado totalmente unidas sin ningún resguardo

la clausura>;.

La situación de desamparo de las nionjas

ante las indiscretas miradas exteriores,

la necesidad de ampliar el monasterio por

el número de profesas y la obligación del

propietario de vender, <(por ser uriu de los

cassos eseptuados en que el dueño estaba

obligado,,, incidieron en que las monjas pidieran

el reconocimiento del perjuicio de la

destrucci0n de la vivienda y su derecho a

adqiiirirln. 1.a polbmica Ilegí, hasta la Real

Audiencia, mandando el regente a un maestro

de obras para evaluarla situación, el

cual dio informe de estar las paredes caídas

y el paso franco hacia el monasterio e,

incluso, hacia la casa del deán Jos6 Benito

de Loreto. El 7 de octubre el Tribunal dispuso

la venta obligada de la casa a un precio

regulado por peritos nombrados a tal

efecto. Finalmente, el 24 de octubre se valoró

la vivienda en 860.688 maravedís -

656.448 la albanilería, según los oficiales

Juan Hernándcz y Martín Díaz de Ortega,

y 204.240 la obra de carpintería, 23.7% del

total, por Tuan de ~ a r r i o sy Lucas Pérez,

carpinteros- pagando el monasterio 576.-

000 maravedís de su tasación ron PI principal

de tres tributos y el resto en dinero

cfcctivoH.

Otra institución perjudicada por la avenida

y fuertes lluvias fue el convento de

San Francisco de Las Palmas. En mayo de

1713 e! sargcEto U L U ~ C,L ,Tu,L,-L:-LcL- L" LE un"ln"/fii n Y

L7aldés, sil síndico, manifestaba que la capilla

de la Virgen de la Soledad, a la entrada

de la porlería del convento, .con el yasado

dilubio que la divina magestad tue

servido enbiarnos en el mes de henero próximo

pasado, se bino a plomo y siendo presisa

obligazión de reedificarla,,. La falta de

fondos en el convento obligó a la entrega y

cionacion postmorten ae la capiiia y de su

patronato al canónigo don Marcos Sánchez

de Orellana -lo tomaban en su nombre el

cura del Sagrario Jose de Medina y Betancurt

y doiia Ana Sánchez de Orellana, hermana

del prebendado- para que éstos la

volvieran a construir a cambio de cederle

su titularidad. La capilla tenía 16 varas de

largo y se cubriría para su mejor aco1-idicionamiento

con vigas de tea. A la vez, el

citado don José de Medina disponía que todos

los materiales necesarios para la obra

de reconstrucci6n de la capilla se tomaran,

como mejor vía para abaratar gastos y comenLar

con r a p i d e~la fabrica, de unas casas

desplomadas por el temporal en lina

hacienda enclavada en el pago de Tafira

perteneciente al citado canónigo".

A dicha entidad se añadieron otras de

menor rango aunque de gran reconocimiento

por los vecinos de la ciudad, caso

de la ermita de San Sebastián, cuyo techo

y paredes, ante lo tempestuoso de la jornada,

nu pudieron resistir el volumen de

lluvia caída. El 15 de mayo de 1713 Lorenzo

Tejera, capellán real y mayordomo de la

ermita, pedía al Cabildo Catedral una limosna

para ayudar a reconstruir el edificio,

concediéndosele 14.300 maravedís "l.

De igual manera, el coronel Francisco

de Matos debió enajenar una casa terrera

e11 la calle de la Carnicería a Simón Hpriiández,

aunque la transacción fuera un

nefasto negocio para su mayorazgo pues

sólo pudo hacer el traspaso por una rcnta

anual de 1.440 maravedís -de ellos 1.152

para pagar un tributo perpetuo a favor del

convento de Santo Domingo- ante la minusvaloración

de la vivienda, siéndole inútil

al mayorazgo «por averla arruinado el

p3J"& q.Gr la nagrs:a<:

fuese enviado en los días 26 y 27,)'.

Además de las instituciones, fueron

mucl-ius los pdriiculares afectados por las

fuertes lluvias, empobreciéndose unos a

causa de no tener más propiedades que las

clt~strc!/,dclabp or el dliivión ii otros fueron

perjudicacius con la disrninuciím de sus

rentas. Estos últimos son recogidos en múliipies

ejempios Uiseminacios por ias fuentes

consultadas. Así, los herederos de Bartolomé

Bendito y María de la O acordaban

prolongar el arrendamiento de una casa alta

sobradada, situada en la calle de la

Carrera del barrio de Triana, al comerciante

Diego O'Shdndl~dn pvr un tiempo de dieciocho

años -dos períodos de nueve

años-, además de mantener los otros nueve

años en que le fueron entregadas por

una primera escritura subscrita el 18 de

enero de 1709. La renta anual sería de

24.000 iiiaravedís, la cual quedaría íntegra

para gastos en la reedificación del edificio,

ya que con las lluvias se arruinó con tanto

perjuicio ((que no podremos reedificar ni

con quatro mil1 reales, y hallándonos ynposivilitados

a hazerlo, y a riesgo evidente de

no acudirles a reedificar de perderlas),, no

dudaban en prolongar el arrendamiento

hasta terminado el período y las obras por

parte del mercader".

La imposibilidad de reconstruir su hacienda

fue también uno de los principales

factores que influyeron sobre dona Taciiita

de Figueroa, viuda de don Carlos Descor,

a la hora de enajenar una huerta de árboles

frutales con dos horas y media de agua

situada en el barranco de Las Palmas que,

<<pocr ausa de haverse llevado el barranco

por PI mes de henern de este año mucha

parte de dicha gucrta y reselarme no se lleve

más, como ir creciendo los réditos de dicho

tributo,,, deseaba enajenar para disfrutar

tranquilamente de sus rentas. La venta

se hacía a favor de Bartolomé Cabrera

Bctnncurt por un total de 106.968 maravedís

de los que 48.756, 45,5%, se destinaban

a pagar los corridos y abonar el principal

de un censo siiuiidü süLie Li prupiccidil d

favor de los herederos de Blas García de

Vergara".

Diferente situación era la alegada para

el traspaso de sus bienes por María González,

viuda, que vendía al canónigo Juan

Lordelo de Tobar un trozo de sitio junto a

las casas del adquiriente por 7.200 marav

e d í~t,o mados para reparar la casa de su

nabitación, en parte calda por las lluvias,

((y no tener otro medio con que poderla redificarn".

Los intentos de rebajar las rentas de

arriendos de bienes afectados por la lluvias

o la posterior avenida del barranco fueron

elevados en este período, con diversas formas

de abordar el problema por parte de

los propietarios. En abril de 1713 Domingo

Marrero suplicaba al Cabildo Catedral se le

minorara el pago de la renta devengada a

favor de la institución eclesiástica por una

huerta y dos casas situadas en el barranco

Guiniguada. Marrero alegaba haber sufrido

la desdicha de dos inundaciones qiir casi

le habían arruinado la hacienda, pues en

1694, «que ubo la gran abenida que se IleLas

catástrofes naturdles y el desarrollo urbano: el a l u ~ i hd e 1713 y sil repercusicin ... 61

vó el puente, le serscnó mucha parte de la

tierra, de manera que a costa de mucho trabaxo

se podía pagar tan crecido tributo

15.000 maravedís y 30 gallinas anuales- y

aora, en el diluvio presente, no sólo se llevó

el barranco mucha parte de la tierra, sino

se rrobó de la agua del cielo lo mexor

de dicha tierra y, asímesmo, se caieron las

casas, que la que esti contigua al barranco,

aunque se rredifique, no puede ser a\ itable

por el rriesgo en que está y se nesesita mudar

las dichas casas y fabricarlas en la yarte

superior de dicha guerta y hacer muchos

r r epros de s~>rc.<q;u, e son mili co.;tosos

por el rrcsguardo de dicho barranco>,. Pedía

la rebaja del tributo, ya que hacía treinta

años s6lo se pagaba por la tierra 10.000

maravedís y 20 gallinas y él había elevado

con su esluerzo dicha contribución, pues

las pérdidas habían sido cuantiosas e imposible

de asumir por su economía, pero el

Cabildo Catedral sólo accedió a renovarle

por otras ire5 vicicis su poscsiuii L i úliima

era la de su mujer, María del Carmeny

establecer la renta en 12.500 maravedís y

30 gallinas anuales, además de obligarse a

Domingo a reedificar y tener reparadas las

viviendas".

Idéntica petición hacía Kosa María Farías

al mayordomo de la manda pía del

racionero Alonso Guillfn dc Talavera, ya

que su casa terrera, situada en la calle mayor

del barrio de Triana, la había adquirido

en 1700 por 6.240 maravedís de renta

perpetua anual pero, tras las lluvias de

1713, se cayó la vivienda quedando ella

desamparada por tener a su marido en

América. Rogaba un nuevo aprecio de la

propiedad pues las paredes se encontraban

rajadas, la madera sin poderse usar y estar,

en general, la edificación para scr demolida.

Los apreciadores, Juan Hernández, maestro

albañil, y Juan de Barrios, maestro

carpintero, tasaron la vivienda y materiales

en 70.416 maravedís -de ellos 8.448,

I1,Y'%, sírlri la nhra dr madera- lo que permiti6

rebajar la renta anual a sólo 2.346 maravedí~'".

Caso diferente fue el plasmado en la

transacción del escribarlo público José Cabrera

Betancurt cn su compra al convento

de Santo Domingo de Las Palmas de unas

casas altas sobr'idadas enclavadas en la calle

Guillén de Ayala del barrio de Vegueta.

La vivienda fue traspasada en diversas

ocasiones a personas que la dejaron «detereorar

de calidad que quedaron del todo

ynabitables,>, siguiendo el convento ejecución

contra los dueños de la casa, a los que

se le quitó para rematarlas, aunque nadie

las quería adquirir, más aún, (<que con el

dil~ihin qiir qe esprrimrntn rstr prrsrntr

año haverse detereorado del todo,,. Por

tanto, aprovecliando su rebaja gracias a los

estragos hechos por las prccipitacioncs dc

1713, Cabrera las consiguió en un precio

global de 109.632 maravedís a cuyo rGdito

perpetuo sc dcbía sumar otros 4.800 anuales

a favor de la capellanía de Hernán Moro.

Días despues, el citado comprador, juniü

ii s u mujc~i,c ui-~üid-e Gsoi-io, e :hija prdía

al licenciado Matías Cabrera kárez,

mayordomo de la capellanía de Hernando

García del Castillo, la entrega a censo de

un total de 95.748 maravedís cuyo destino

wría la reedificación de la citada propiedad".

La magnitud de la catástrofe, unida a la

recesión generalizada registrada en la región,

fue uno dc los factores basicos de un

poder otorgado a don Juan Antonio González,

vecino de la Corte, por los escribanos

dc la ciudad Alejandro de Mcdina, Lucas

de Betancurt Cabrera, Esteban I'erdomo

Castellano, José Rodríguez Ferrer y José

Cabrera Betancurt- con el deseo de que

González conlpareciera ante Felipe \' y le

pidiera la suspensión de la cantidad otorgada

para el indulto ofrecido por los escribanos

ante la visita que cada diez anos se

solía mandar desdc la Corte con la intcnción

de supervisar los oficios, «en atensión

a la mucha pobrcssa con que nos hallamos,

v ov con mavores motibos en fuersa del

orroroso cxtrago quc hiso en esta dicha ysla

el diluvio particular que sobrebino en el

62 Pedro C. Quit2tnm Andrk

mes próximo pasado en los días veinte y

seis y veinte y siete, de más de las continuadas

llubias que hubo los días antc-

~edentesn'~.

Incluso, en fechas posteriores a estas torrenciales

lluvias, sus estragos seguían

siendo paradigmáticos para muchos wcinos

que se vieron afectados en menor o

mayor grado con la virulencia de la tormenta.

A la hora de elaborar su testamento,

20 de mayo de 1716, el deán Jos6 I3riiito

de Loreto evocaba los cuantiosos desembolsos

r e d l i~d d~ebn su hacienda de

T2fir2 p2rZ pa!i2r 1 . r12in2 ucas iunu~nan v r "L

el agua, donde se vio obligado a reedificar

sus casas y bodegas desde los cimientos, al

arruinarsc totalmente, además de hdcrr las

obras necesarias para proteger de forma

adecuada la ermita que allí tenía construida

y d granero, e11 düiide ~ L ~ LUIUM pdred

de mampostería para resistir otra posible

catástrofe. En la casa de su vivienda de Las

T'aimas ios gastos ocasionatios por ias iiuvias

se limitaron a la construcción de una

cocina caída'".

EL AYUNTAMIENTO DE GRAN

CANARIA Y SUS INTENTOS DE

SOLUCI ~ND EL PROBLEMA

Las avenidas catastróficas del barranco

G~ i l l i g ~ d dbed V U ~ ~ ~ ~ I dL IreI pI e tir a iv iargo

setecientos sin alcanzar a vislumbrarse

una soluciím adecuada al problema por

parte de las autoridades, multiplicándose

los gastos en el arreglo o total reconstrucción

del puente, el periódico remozamiento

de las ciefensds laterales de íos paseos

adyricentes al curso de agua y la ruina de

viviendas cercanas al cauce. La falta de

fondos en el arca del Ayuntamiento, la

recesión económica ocasionada en la isla y

los diversos deseinbolsos realizados en

obras de refvrma y mejoramiento en los

abastecimientos de Las Palmas, impidieron

dar solución adecuada a los problemas

generados por las cíclicas crecidas del barranco

divisor de la ciudad. Esta situación

de desamparo y precariedad ante los dictados

de la naturaleza quedó patente en el

informe evacuado por el Ayuntamiento a la

corte en un pliego de demandas de ayuda

para las reformas a emprender en la ciudad

a fines del siglo XVIII. Los regidores decidieron

enviar una misiva al monarca cn

1794 para obtener los fondos precisos para

ejecutar algunas obras públicas en los barrios

de la ciudad, sacando, si era posible,

los caudales necesarios para costearlas del

fondo de propios de la isla.

El informe es realizado por el regidor

-T -c - i-d. - n -r -n -R .- n m- . ~ r nIr r ~ h 2 l l n cn nr lln m a n A a - U - - - - - - A -A . A A. - A . - -.

to del Cabildo registrado el 7 de febrero de

1794, donde daba cuenta de todas las obras

y reparaciones necesarias para remozar las

murallas de Las Palmas, los castillos, los

muros del paseo de recreo construido en

San José, caminos de salida hacia los núcleos

rurales y el puente de comunicación

entre los barrios de la capital.

CUILrc spcciu 'ii prubierrid de ids avenidas

del barranco, las inundaciones y las

reiteradas destrucciones del puente se señalaba

que los estribos sustentantes de esta

construcci6n estaban .<mui descarnados

y maltratados, en peligro de batirse dicho

puente en qualquiera avenida y que del

mismo modo están sus paredes de apollo y

todas las que defienden los referidos varrios

por un costado y otro del varranco

que divide esta poblasión en dos partes, la

qual en diferentes puestos, como son por el

frente de las quatro esquinas y bocacalles

de Triana y Carnesería, se hallan sin muralla

ni reparo que contenga las aguas de dicho

furioso torrente, ymposibilitando el

paseo de la marina que acava de hacerse a

mucha costa». Un informe mandado a realizar

por el alcalde mayor interino, licenciado

Fernández de Ocampo, a los maestros

de albañilería Agustín Pvlartín, Vicente Falcón

y Manuel del Carmen y a los maestros

de carpintería Francisco Cabra1 y José de

Santa Ana,. evacuado rl I í l dr fpbrprn,. f i i r

determinante sobre este aspecto. Se decía

que los soportes del puente estaban muy

Las cat6strofcs naturales y cl dcsarrollo urbano: el aluvión de 1713 y su repercusión ... 63

deteriorados y destrozados <<porla s escavaciones

que cavan el torrente del expresado

barranco en tiempo de ibierno, pues

viniendo, como viene, regularmente mui

crecido por las aguas que recoge desde la

cumbre, suele traer o trata rodar piedras

mui crecidas, troncos de árboles y otras cosas

de igual gravedad que, tropezando con

los pies que sostienen dicho puente, los hacen

estremecer y lo han dexado en un estado

de avatimientm. Tras reconocer la estructura

y comprobar su estado, los peritos

acurisejaban gastar el dinero suficiente par

l hacer tres estrihns de cantería asentada

y sujeta con planchas de hicrro, en forma

triangular, oponiendo el filo al propio cauce

del barranco, ymra que despida por los

ojos sin que le ofendan las piedras grandes,

ni vtrds cosas que traigan en los fuertes

alubiones),. Del mismo modo, para evitar

la reiterada excavación al pie de los estribos

ocasionada por el agua turbulenta se

debía empiear una notdbie ccmiiUdU UC d ~ -

gamasa en asegurar los cimientos. El costo

de esta obra era tasado en 280.500 maravedis.

Con ello se evitaría la destrucción de

la construcción, la de inundaciones en la

ciudad y que el puente, una ve7 destruido,

sirviera de obstáculo propicio para que las

aguas se desbordara. En otro presupuesto

aparte se evaluaba las obras a realizar cn

las murallas situadas en cada extremo del

barranco, todas bastante deterioradas, la

mayoría abiertas en numerosos tramos, especialmente

las emplazadas en el lado del

barrio de Triana, exponiendo a las vecindades

situadas a ambos márgenes a grave

peligro <<aq ue dicho torrente las inunde y

arrase, como sucedió por el mes de marzo

del año próximo pasado, que se llebó una

hasera de cassas al mar, inutilisando el

tráncito del nuevo paceo que por aquel

parage se acavaba de hacer con mucho

costo».

Los albañiles advertían del elevado pelimn

qiie viponía la falta de defensas a la -0

altura de las principales calles de la urbe,

expuesta, por su cercanías al mar y al barranco,

a peligrosas inundaciones e n es -

pecial las de la Herrería, Carnicería y La

Pelota- <<dde onde, viniendo mui crecido,

no es difícil pueda extenderse el torrente,

entrando por una de las prinsipales calles,

qual es la de la Pelota, en cuio caso, se dexa

conciderar el riesgo y peligro de su vecindario>>

L.a única manera de eludir este

problema era prolongar las murallas de

contención por la parte situada en el barrio

de Triana en el tramo comprendido entre el

puente y el mar, donde podían haber un total

de 180 varas de largo, permitiendo así

rondiicir el harranrn r>nr e1 centro dr sil

cauce y construir una nueva calle entre la

ermita de Nuestra Señora de los Remedios

y el barranco, saliendo en Iínca rccta desdc

el puente hasta el paseo de la marina. 'Sodas

las obras a realizar permitirían la seguridad

de la población y comcnzar la fAbrica

de la proyectada posada contigua al

puente. La cantidad estimada para la se-

&uiiÚ;i üb1;i sc iilbaba Ti1 U n i o t d de

1.422.900 maravedís"'.

A este informe inicial se adjuntó cl de

los citados carpinteros, en t l advertían de

que el puente estaba en peligro de <<abatirse,

siempre que sobrevenga alguna fuerte

Ilubia)>e, n especial por la cantidad de piedras

y troncos arrastrados desde la zonas

de cumbres y medianías, además de incrementarse

el caudal del Luiniguada a unos

pocos kilómetros cauce arriba de la ciudad

con la incorporación de los barrancos secundarios

de la Higuera, Utiaca y Los

Chorros. Aconsejaban, como los maestros

albañiles, sc hiciera un puente cimentado

en argamasa, ((haciéndose de cantería en

figura triangular», de un ancho superior a

las tres varas y media que tenía hasta entonces,

<<porques iendo el único tráncito

que ha¡ de un barrio para otro, apenas cave

e1 concurso de la gente quando pasan

procesiones de Semana Santa o hay alguna

festividad clásica sin exponerse a peli,

g ,. ros». acordando que la obra se elevaría a

las sumas indicadas, siendo un desembolso

menor si se comparaba con el efectuado

30 años antes en el mandado a construir

a José de Santa Ana en 528.000 maravedisZ1.

Pero la construcción no llegó a realizarse

ante la crónica falta de fondos del

Ayuntamiento de Gran Canaria, los inmensos

gastos generados por las obras de

conducción de agua potable a las diversas

fuentes de la ciudad, el empedrado de las

calles, la imposibilidad de contribuciones

por parte del Cabildo Catedral, ni~merosas

antaño, por estar cunstruy6ridose la Catedral

o las demandas de ayiidns económicas

real i~adasp or parte de la Corona.

Las reformas urbanas de finales del siglo

XVIII emprendidas por los corregidores

de la isla fueron sólo meros remedos en la

b ú s q ~ ~ e ddae una solución del problema.

Las inversiones y mejoras en la ciudad

efectuadas por los corregidores Cabada,

Cano o Eguiluz fueron muy significativas

en la estructura urbana y de abastecimiento

de Las Palmas pero de escaso relieve

en la solución de uno de los principales

problemas como era el ocasionado por las

crecidas d ~ hln rrnncn L'iiinig~inda.S cílc> a

partir de 1814 se llevó a cabo la construcción

de un puente de sillería capaz dc soportar

los embates d r las tiirhiil~ntasa giias

de arroyada, aunque no tuvo tanta efrctividad

en amortiguar el impacto de Lis crecidas

sobrr la i~r h rF.1 p i ~ r n ft i~i c~o ncliiido

en diciembre de 1815 siendo en su totalidad

costeado por el obispo de la di6cesis

-un total de 7 650 0110 niaravedís-, Manuel

Verdugo Alhiturría (DENIZ, 1804). El

trazo y robus t e~d e Id vbra le permitieron

c- n-. nn. r- tar S -. A e! ~ -S.L .E Qde !ec z f i ~vs de !aC, ,'.\renidas

hasta su destrucción por la piqueta

del progreso a comienzos de los años 70

del siglo XX, en las reformas cinprcndidas

en la ciudad con el nuevo plan de carreteras.

Las obras del puente concluidas en 1815

no evitaron la repetición de nuevos episodios

de pánico ante las crecidas del barranco,

alguna de ellas de gran rndgiiitud

como las registradas a lo largo de la centiiria

decimuní)nica, siendo una de las más

destacadas la registrada en 1886, la cual

dr r ad t ~ d lda fachada del mercado del pescado

de Vegueta (VERNAU, 1982).

CONCLUSIONES

Las catástrofes naturales que afectaron

a la ciudad de Las Palmas estuvieron liniitadas

casi siempre a los cambios generados

en los procesos meteorológicos. La alternancia

de prolongadas sequías o de etapas

de pertinaces precipitaciones fueron una

constante en el Antiguo Régimen que agravaron

sus coiisecucncias sobre los vecinos

de la urbe y de sus hienrs inmiirhlrs a raiisa

de la falta de previsión, la estructura de

la ciudad, la carencia de un plan urbanístico

o la cr6nica falta de recursos para

afrontar las mínimas obras de acondicionamiento.

T.as soluciones a las a\,enidas del barrancn

Guinigiiada no así de los efectos

causddos directamente por las precipitar

i n n ~ se, r >n rnnnrid-s p ~e!i ~1 .11goa i ~ n q ~ ~ e

nu fueron psible de realizar en una 6poca,

desde finales del siglo XVII y comienzos

de la siguiente centuria, donde la recesión

económica no sólo empobreció las arcas

de la máxima entidad insular sino que

s.. exten&:'>(: las ccvnom$ns pl,rticU!urcs &

la mayoría de las instituciones localizadas

en la ciudad y a las de sus propios habitantes.

[.as catástrofeq natiiralrs y e1 desarrollo urbano: el aliivión de 1713 y sil reperciisión ... 65

OUnversdad de a s Fanas d? (,ran Canara i t o e c a Unuestsri Memmi Dgta le Caniris 20815

NOTAS

1 Arcfiivo Histórico Provincial de Las Palmas.

Protocolos Notariales. TLegajo: 1.430. Fecha:

1695. El chantre Melchor Borges del Manzano

recordaba en su testamento, fechado en

1695, que por culpa de la avenida de 1694 se

habían arruinado una casa dc dos piso y otra

terrera compradas a su sobrino, don Diego

Borges, situadas junto al puente. Desp~~ésde

la arroyada 1x0 habían quedado de ellas ni el

solar.

2 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:

2.599.

3 A.H.l'.L.I'. l'rotocolos Notariales. Legajo:

987. Fecha: 20-7-1611. El Cabildo de la isla

acordaba con Pedru día^, cdrpinterv, a que

este cortara toda la madera necesaria para

hacer la fibrica necesaria para reconstruir el

puente. La cantidad seria: 12 palos de barbuzano

de 28 pies de largo por 1 de aiicliu;

12 jabarcones de 10 pies de largo y medio de

ancho; 26 tozas para tablones de 12 pies por

1,s: y ted.as !as maderas para barandillas,

pasamanos y listones. El 15 de agosto la madera

contratada estaría puesta en el lugar de

Moya, desde donde se cargaría en carretas

de bueyes hasta la ciudad.

4 En ese ano el Cabildo de Gran Canaria concertaba

con Luis Báez, maestro del oficio de

cantería, la realización del puente de piedra

con las mismas caracteristicas físicas que el

arrasado por el barranco. T.o armaría encima

de :üs ri~ii;cniris dcj üiii;guu, e: cua: kih

cuatro arcos, con la obligacih de ponerle

cintas de cantería y terraplenes conformados

cmn tierra y cal. T,a longi t~~ddel puente salvaría

el espacio situado entre la casa de Roque

Díaz, en el barrio de Vegueta, y la placeta

de la ermita de Nuestra Señora de los

Remedios. El Cabildo le daría las cimbres de

madera y Ráe7 se comprometía a entregar la

obra Lerininada en octubre de 1613. E! precio

del puente fue evaluado en 274.560 maravedí~,

adelantándose para la cantería

72.000, véase A.H.P.L.P. Protocolos Notariales.

Legajo. 946. Fecha. 7-3-1613.

5 En 1688 se adjudicó a Nicolás Hernández

Correa, oficial de albañil, el a d e ~ e ~dec 1~0 s

estribos de! pente, hastante det~riorñdos

dcsdc la última avenida, al rematar Cste el

valor de cada tdpia en 816 maravedís. Las

condiciones del contrato eran las de empe-

7ar el 26 de julio; poner los oficiales necesarios;

abrir los cimientos todo lo profundo

que se pudiera, siendo reconocida esta parte

de la obra por el maestro mayor Luis Bácz

Marichal; pondría Hernández los ripio3

de una vara de ancho, tres tapias de alto y

dos palmos y medici de grueso; traería a su

cosla 30 canlos para ajustar la sillería debajo

de puente, con un largo y grueso cada una

de tres palmos y medio, pagándosele a 96

maravedís el canto. En 1694, serán los maestros

albañiles Cristóbal Báez y Cristóbal

Iiamos los encargados de aderezar la citada

inurdll'i del barranco, «que se cayú con las

avenidas». Las condiciones eran las de comenzar

cl 23 dc junio la obra; construir el

lienzo destruido desde los cimientos con

piedra y cal, el grosor de los cimientos sería

de una vara, hasta las tres tapias de alto, y

de allí arriba de dos y medio palmos; cada

tapia se ~agaria a 430 maravedis, ~réase

A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajos:

1.44 1 y 1.444. Fechas: 23-7-1688 y 20-6-1694.

h A.H.P.T..P. Protocolos Notariales. T.egajo:

1.629. rolios. 19-35. Fecha: 1743.

7 Archivo Cabildo Catedral de la Diócesis de

Canarias. Actas del Cabildo. Tomo XXVIII.

8 De la cantidad otorgada a censo, el vendedor

toniab,~ 192.000 niarabedis para abonar

parte de la dote de doña Catalina de San

Iüan E-\ an5ciiata, =u hija. E: 3 dnz nüi-ie~nb~c

fray Rliguel de Mesa. secretario de la provincia

de San Diego de Alcalá, para justifi-

L-al- la L-lllllprd ~ f ~ l ~ l l lpaocr le~l l ~ l ~ l l l a ~ l ~ l - i ~ l ,

decía que la vivienda era ,.para acabar de

abrir la calle que está comensada, para que

quede el convento ayslado y sin arrimo a casa

ni huertas de personas seglares)), vease

A.H.PT..P Protocolos Notariales. Legajo

1.476. Fecha: 28-11-1713.

9 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajos:

1.516 y 1.523. Fecha: 24-5-1713. Las propiedades

de Orellana habían sufrido los embates

de las avenidas del b a ~ ~ a lG~ ucioni guada

en 1694, cuando el agua derruyó su casa de

vivienda donde hacía poco había construido

un xniuro p r v2!or de 96.nOO m.2ravdis. A 12

capilla de La LTirgen dc la Soledad Ic dejaba

varios candelabros de plata, diwrsas contribuciones

en cera y la dotacihn de la procesión

del Viernes Santo con un total de 2.112

maravedís anuales, véase A.H.P.L.P. Sección:

Convrntos. 20-6 Fecha: 16-10-1701.

10 A.C.C.D.C. Actas del Cabildo. Tomo XX\'III.

11 A.H.I'.L.I'. I'rotocolos Notariales. Legajo:

1.323. Fecha: 17-2-1713.

12 Los herederos eran Francisco de Torres y

María de la Encarnación, marido y mujer,

doña Adriana Laniy y Antonio Rodríguez,

curador de dos hijos menores, vcasc

A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:

1.479. Fecha: 21-2-1713.

13 La huerta traspasada la había comprado

Descor al propio Bartolomé Cabrera Betanx

r t e! 16 de fehrerc de 1702, ~ . é ~ c e

A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:

1.516. Fechd: 15-3-1713.

14 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:

1.516. Fecha: 16-2-1713.

15 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:

1.516. Fecha: 1-4-1713.

I h A.H.P.1 ..P. Protocolos Notariales. Legalo:

1.530. Fecha: 22-5-1713.

17 Hipotecaba un cercado situado en la porta-

A * -,... A,- l - A..A-A -;,- -.. ...-A:,. A L A,, ":,, L7L>L L L L .CL L . L . L , C , L & ..LL<O .,LL L L L L U . < , LLL', L L L L A <

go; una harienda de viña con casas y ocho

días y noches de agua en el Alcaraván de

Telde; casas altas sobradadas en dicha localidad;

más una suerte de tierra en el Lomo

de Bristol, todo por más de 672.000 maravedí~,

véase A.H.P.T..P. Protocolos Notariales.

Legajo: 1.479. Fechas: 24-4-1713 y

18-5-1713.

18 A.H.P.L.P. Protocolos hotariales. Legajo:

1.479. Fecha: 21-2-1713.

19 A.C.C.D.C. Tomo 1 de Tcstnmcntos.

20 Archivo Histórico Nacional. Consejos Suprimidos.

T egajo: 1.532. Expediente 13.

21 Los carpinteros, para abaratar la obra, decían

que se utilizaran las maderas del anterior

p'wnte. d.den&, se ccxprar ía~4. 2 tczaci de

madera a 1.530 maravedís cada una; 15.937,5

se invertirían en su corte; 1.912,5 en el transporte;

se comprarían 16 vigas dobles de 13

varas dc largo a 48.960 cada una; n ellas se

sumaban otras 42 vigas de 7 varas por un total

de 67.320 maravedís, mas clavos y otras

maderas que elevaban el gasto tina1 de carpintería

a 474.535 niaravedís, véase A.H.N.

Consejos Suprimidos. Legajo: 1.532. Expe-

A:,.-&- 19

L t L L i L L L Ld.

Las catástrofes naturales v el desarrollo urbano: el aluvión de 1713 v su ieriercusión ... 67

ACOSTA GARCÍA, C.: Apuiilcs gr.rri.r~iltrs siibrtr

la historia de Gavncl~ico. C/C de Tenerife.

1994.

BETHENCOURT MASSIEU, A. (1982). <<Loste -

rremotos de 1791 en el Hierro,), en Harrimje

a Alfoi~so Trujillo Rodrípez. Tomo 11. C/C

de 'lenerife.

- (1988): (<Santa Cruz de La Palma (1780-1797).

Una ciudad iiisular canaria en la crisis del

Antiguo Régimen,, en Scrta Cratidatorin in

honou~wi l~iaii liég~do, tomo 11, p.p. 264-301.

La Laguna.

CABRERA VÉLEZ, J.: El teniplo parroqiiial ~ I PM oyli.

Las I'akiia~ de Gi-al-i Canai-ia. 1993

CIORANESCU, A. (1977): Gnruciiico. C/C de Tenerife.

DARIAS Y PADRON. D V (1988). Nnticins SZIIPrales

históricas sobrrv la islíi dcl Hicrro. C/C de

Tenerife.

DENIZ, D. (1854): Rrsiliizcrl 1iistórico-~irsci.iptiz~o

de las lslus Cariilrius. Las Palriias de Gran Canaria.

FONT TULLOT, L. (1988):Historin ifcl climn en

Espz17"~G. ~rribiosc lirr~áficosy sus nlusas. hladrid.

H E R L ~ D E ZRI VERO, F. (1991): Daciinientos

ingditus de la Iiistoriir de Liinxrote. Las Pdlrnas

de Gran Canaria

RODRIGUEZ MOURE, J. (1913): Historia dc In

deoociciri drl pucblo cniiario a Nuestra Sefiora de

Can,dclaria. La Laguna.

ROLDAN VERDEJO, R.-DELGADO GONZÁ-

LEZ, C. (1967): Az~ierilos del Cabildo de FLILY

tecetztura 11660-1728). La Laguna.

KOMbKO IiUIL, C. (1991): La crzcpclcíii de litnar~

fiya fLanzarote. 1730-1736). Anlílisis docilrmwtril

y csttidio geoiiio~olíígic~L.a Laguna.

x,T-nx, A 7 7 x, ,,,,o-.\. P.' ...- ,- v L i l u v f i u , v . - - L :- \ L ~ « L , . C l r l L u <*,,u> ur L > g u r t C , u i i i Iriii

lslizs Cnriariai. Madrid.

VlERA Y CLAVIJO, 1. de (1982) : Noticias de la

Histnvin Cmwnl di, Ins J&s Cnrinvinq S/C de

Tenerife.

RE\'ISTAS:

PÉREZ VIDAL, J. (1934): .<El Aluvión de Gran

Canaria en 1713n. en M u s r ~ Calrario 11" 4,

págs. 56-59. Las Palmas.