VEGUETA, Número 6, 2001-2002 287

LA ISLA DE LAS BUENAS COSTUMBRES: CAMBIO

C I T \ n T A T \ I n T TT -T T- & T nlr T T SULIHL Y LU LI UKHL LIU LA ISLA DE LA GRACIOSA

Resumen: La historia de la Graciosa

desde sil poblamiento a finales del siglo

XIX, al amparo de la industria pesquera,

hasta el dia de hoy es objeto de un análisis

soci»lógico en el que se pone de manifiesto

la correspondencia cntrc los valores

culturales de una comunidad y la

preservación del medio p su paisaje. Las

clificullddes d ld liurd de 1idct.1 cuiiiplible

un espacio protegido con la población

residente son analizadas en este articulo

con la intención de resaltar el iinprescindible

conocimiento de las

costumbres y valores anibientales de una

sociedad a la hora de planificar el territorio.

Dtscriptores: turismo ecológico, 1slas

Cmarias, La Graciosa, cultura marinera.

Abstract: The histoq of La Graciosa

island froin its settlenient at the end cif

the nineteenth century by fishermen to

the present day is examined from a sociological

perspective, pointing up the

r ,.-.. :,.-.- :.. eh.. ;,I,,A ,.,;c., ... h,.* <LLL.,L<,LL., L., L L L L ..,LC,,,<. L < > L L L L L L L > L . L > " "" L . L L L

the regiorial goverriirierit atteiripLs lo

inake a plan the island's environmcnt

nnd Iandscapc. Tt is csscntial to know the

ecological values arid practices of a society's

inhabitants whrn attempting to

protect the territory in which thcy livc.

Key Words: ecological tourism, Canary

Islands, La Lraciosa, fishing culture

Desde tiempos muy lejanos o tal vez

desde siempre la utopía ha sido el sueño

constante y compartido que ha llevado a

los distintos pueblos y civilizaciones a ainp!

jrr SUS CIRfiRPc TI rnnnror lo dpsc~niyi- J ---

do, a buscar remedios para la salud, riquezas

y recursos que explotar, pero también

un mundo mcjor y mAs justo. La idea

de paraíso en cada tiempo y sociedad ha

variado e~-iormemente pero en lo sustancial

todas se parecen en cuanto al logro de

una vida virtuosa sin esfuerzos ni calamidades.

En nuestra ciiltura materialista y

ciesacraiizaaa ei paraíso es una mercancía

y el turismo una de sus principales industrid~.

La paradoja que encierra el significado

de Utopía en su doble sentido de el mejor

lugar y un lugar inexistente, expresa la ilusión

y el fracaso en el que se ha apoyado

esa insaciable búsqueda que ha llevado a la

conquista, la dominación y aculturación de

los pueblos, siguiendo la creencia-apariencia

de que "13 hierba es mis verde en la

otra orilla". Las islas son esencialmente un

símbolo recurrente de la utopía porque sugieren

tanto el deseo de llegar a los de

afuera como de salir a los que viven encerrados

en sus confines y rodeados por la

inmensiciaci Uei mar. Las Canarias han sido

y son, ahora a trav6s del turismo y con

anterioridad por otras empresas económicas,

una metáfora ejemplar del paraíso deseado

y mitificado en la historia occidental.

Calificadas de jardín de las Hespérides, de

resto de la Atlintida o de islas afortunadas,

no han dejado de ser visitadas desde la remota

antigüedad por sucesivos buscadores

de fortuna, hipiiotizados por la fantasía del

lugar, especialmente cuando su acceso era

difícil.

Los viajeros y los libros de viajes en los

que se mezclaba el interés comercial y antropológico,

acrecentaron el misterio y exotismo

de estas tierras recreando leyendas

como la cercana e inalcanzable quimera de

la isla de San Borondón. En el siglo XVIII

cspecicilmente los ingleses, son los primeros

en aventurarse a la nostálgica bíisqueda

de "lo exótico" introduciendo un cambio

que es propio de la estética de la modernidad:

la sustitución del valor de la

antigiiedad por e1 valor de !n q i i ~pr orpdp

de otros mundos no contaminados por la

civilización. Este cambio obedece, por otra

parte, a la movilidad social que implanta la

nueva sociedad industrial, en la cual no es

tan importante la propiedad de objetos de

abolengo como la propiedad de lo novedoso

y "exótico", bienes cn este caso al alcance

de intrépidos aventureros y de ricos

advenedizos. iu'o es casual entonces, quc ci

concepto de lo bello se empiece a relacionar

con objetos en inucl-ios casos comunes

La isla de las buenas costumbres: cambio socidl v culturdl en Id i d a de La Grdciobd 289

0Umer;dad ce a ; Palmas dc Clan :mira t b o t e r a J r u e r t i r u lvlcmms D g t u de Canarss iOC5

pero yue se encuentran fuera del sitio y de

las furiciories propias. Estos coleccionistas

de io exótico fueron precisamente, precursores

de la explotacicíri cumercial p turística

de las Islas Canarias .

-

En este universo se encuadra el poblamiento

y la civilización de las islas Canarias

y de la Graciosa más en particular. Por

ellas han pasado conquistadores, piratas,

científicos, buscadores de tesoros, hambrientos

campesinos obligados a ser pescadores

y sonadores solitarios dispuestos a

ensayar su propia utopía para lograr lo

inalcanzable. Pero la fatalidad de la utopía

se inscribe en los cimientos de nuestra sociedad,

desde la economía a la cultura, así

que agotamos los recursos del mismo modo

que matamos lo que más queremos.

Destruimos los paraísos sin remedio. La

historia de La Graciosa es un ejemplo de

un lugar maravilloso al que tambiCn llegaron

los males dc la civilización. No podía

ser de otro modo. Los que viven en la Graciosa

se sienten incluso orgullosos de que

el mal ocasionado a la naturaleza sea tan

mínimo en comparncicín con lo que ha ocu

rrido en el resto de las islas y no parecen

dispuestos a detener su modernización para

que los de afuera vayan a descaiisa~.

Es el último pueblo de las islas que vive

del mar y iio de la playd, donde los barcos

no svn de recreo o una pieza de museo,

sino vitales herramientas de trabajo, y los

nombres de las calles recuerdan con insistencia

que ei mar no es un parque temático

sino el principio y el fin de todo. No obstante,

el turismo esta haciendo su labor "civilizadora"

y crece larvadamente; por eso,

La Graciosa también tiene su reclamo publicitario,

el Ayuntamiento de Teguise la

promueve como "la isla del silencio" lo cual

sugiere que ese preciado bien empieza a ser

inalcanzable incluso en la Graciosa.

Brevemente señalaré algunos datos de

la historia de nuestra pequeña isla. La crónica

de la Conquista de Juan de Bethencourt

comienza en 1402 en el puerto naturai

dei Kío y a través de ios acantiiados de

Fdmara dvnde los conquistadores encontraron

lo primero y más imprescindible para

su empresa, agua y cobijo.

A finales del siglo XVI la isla fue cedida

por su propietario, D. Agustín Herrera

y Koxas, primer conde y marqués de Lanzarote

al Cabildo Insular como un bien comunal

que servía de dehesa y de lugar de

recolección y cam, especialmente en Ppocas

de calamidades, sequías y malas cosechas.

Los vecinos de Lanzarote cruzaban

por las veredas de Famara el ganado que

no podían mantener por falta de lluvia y

pastos y explotaban cuantos recursos les

fueran útiles: la barrilla para hacer jabón

con sus cenizas, el cosco para hacer gofio

y las maderas que traía el mar para sus cobi

jo~A. demás, pescaban, mariscaban y cazaban

conejos y pardelas, de las que era

muy preciada la grasa como combustible

para calafatear los barcos; obtenían también

la preciada sal con la que se conservahan

los alimentos antes de los frigorífico~

P. recisamente las Salinas del Rio

al pie del acantilado de Famara son las

más antiguas de la isla Estos usos inicialmente

no reglamentados fueron desde entonces,

causa del expolio y desertización

$,c inis la, lo 5 . d ~!! cvS cfi X!?: o regular

su aprovechamiento a través de licencias.

L . : J. . ' , - ~ -

~ a t >a Ii uauu11u c ~ U U L ~ I ~ L ~ C ~ ~ LL ~I I JI I ~ U -

ral se mantuvo hasta que las criticas condiciones

de vida en las islas mayores a finaies

dei sigio XíX indujeron a aigunos

campesinos a volcarse en el mar como soluci6n

a la pobreza del campo. Fue entonces

cuando 6 o 7 familias decidieron establecerse

en la Graciosa y construir aljibes

para uso doméstico y del ganado. Este

asentamiento coincide con el auge de las

pesquerías canario-africanas y la industria

de salazón que tanto ayudó a paliar el

hambre en los años de la guerra citil española.

LAS PESQUERÍAS

Un recursv de prirriera irnpurtaricia para

el imperialismo colonial ha sido la explotación

de la industria pesquera en el litoral

canario-africano. Este hecho atrajo a

las islas personas y capitales extranjeros,

promoviendo su temprano cosmopolitismo

a finales del siglo X\'III y en especial a lo

largo del siglo XIX. La implantacicín industrial

fue precedida por diversos inforrrirs

y u r c l i r r . i ~ i ia C I J I ~ O C ~ II a 'i venlaja5 dt'

este banco pesquero. El primer informe se

di6 a conocer en Londres con la pihlicacion

cid marino escocés Zeorge Zias: Tiic

Histouy o,f tlie Uiicoz:ci.y a1111 Coiiqwst qf llic

Cmai'y idrmd.i (1764), en él se reconocían

las favorables condiciones de la pesca y la

escasa explotacion e interés empresarial

por parte de España. Tal opinión fue confirmada

posteriormente por los franceses

S. Bertlielot y Barker-Webb responsables de

la Histoiue Nat~rrdlr drs 1lc.s Ca11ai.ir.i (1836-

1850). También se expresó en el mismo sentido

y 40 años despu6s el Dr. Enrico Stassano

que estudió los recursos pesqueros de

la costa cahariana. En estos documcritos,

las islas canarias fueron reconocidas como

el mejor lugar para cl ascntamicnto, aprovisiunamientu

y comercio de las factorías y

tinglados necesarios para la industria pesquera.

Lds r a z ~ ~ n efus~ idmw~l taledse esta

consideración ticncn que ver con una trarna

de argumentos, entre Ivs que destacan,

la ~ibicaciong eopiilítica de las islas, u n pr -

dazo de España en África; lds ventajas del

clima para la salazón y el secado y por ú1-

timo, la excelente mano de obra local, perfecta

conocedora del medio y crcínicamente

necesitada de puestos de trabajo.

¡,as pesq~wríasg mrraron una próspera

dctividad ccvri611iic~e1n los distintos asentamiento~

a lns que d i ~ r o nIi igar t anto en

rl litoral insular (Agartr, San Sebc~stidrdie

la Gomera, La Graciosa) como en la Costa

occidental africana. Uno de los caladeros

tri.dicinna!ec más privileuoi-n-rl-n-s -e-n tre 1~7s

pescadores canarios fue Cabo Blanco en

Mauritania. Su capital, Nuadhibu (Port-

Etienne para los franceses) logró bajo el dominio

colonial una desbordante vitalidad

cconórnica, como centro dc la industria

pesquera en el continente africano.

Los males endémicos de las islas, la dependencia

extranjera, la emigración, la escasez

de recursos y la presión demográfica

hicieron de estas empresas un recurso

esencial tanto para la consolidaci6n del capital

insular como para la supervivencia de

las clases más pobres, entre las que se encontraban

los pescadores, con frecuencia

campesinos obligados por la sequía a trabajar

en el mar Eran agiierridos marincvo.:

de pequeñas embarcaciones de vela que conocían

muy bien la costa de África iio sólo

por la pesca sino por las pequeiias trarisacciones

de animales y alimentos que

mantenían con los vecinos africanos.

La Graciosa fue seleccionada cn diversos

proyectos nacionales y extranjeros conio

~111 l ~ ~ geaxrce pcional para la ubicacion

dc. UIM socicdd dc. pcsquc~íasp, elo iiulica

prospercí ése su destino. El primero en

el afio 1861 cuando la sociedad Rafael Cappd

y Compañía con una contribución importante

de capital americano realizó las

primeras infraestructuras en la isla. El último,

en el año 1899 que su último concesionario

"Gali y CLi" cede a los pescadores

las instalaciones de la empresa; entre tanto

se suceden reiterados fracasos en la puesta

en marcha de una esplotaciún viable de la

industria pesquera. La debilidad del capital

nacional y las dificultades que para la

política internacional espafiola eritrañaba

aceptar capital extranjero en una zona tan

estratégica respecto a África, inipidieron

hacer realidad este prciyecto.

Los reiterados fraccis«s de la explotación

pesquera y la definiti1.a quiebra de la

Sociedad de pesquerías no fue sin embargo

causa del despoblarniemto de la Graciosa,

antes bien, los pescadores alejados

de cmprcsarios y ccisi olvidados por las autnrirl~

des locale.: tii~rcm cnnscilidandn iin

pueblo de la mano del mar que se Ilam6

Caleta del Sebo. Un puebla solidario, de

La isla de las buenas costumbres: cambio social y cultural en la isla de La Graciosa 291

"buenas costumbresr' en palabras del cronista

de Lanzarote Agustín de la Hoz que

se ayudan scgún las necesidades y que

acuden en grupo a la pesca, compartiendo

sus beneficios. Un pueblo en el que los

hombres van a la mar y las mujeres suben

el Risco para comercializar sus riquezas y

traer los otros bienes necesarios para la

casa.

Desde los comienzos del poblamiento

de la Graciosa con las Pcscpcrías hasta niediados

de los años 60 del siglo que acabamos

de terminar, la isla vive prácticamente

enrerrada en STIS liniitrq salvo por la<

transacciones económicas y de supervivencia

externas. No hay forasteros cn la isla y

las comunicaciones con Lanzarote son muy

limitadas. La vida de los hombres y las

mujeres en la Graciosa era para unos y

otros extremadamente laboriosa, lo era incluso

para los nifios que también desde

muy pequeiios aiidaban alredecior del mar.

Eiius ii>,ill .ii iii,ir y cii,is i ~ i ~< i i1~ s c ~ici-v ~ ~ ~ i ,

níaii aden~ásq ue trepar el Risco antes de

que aclarara el día para vender el pescado

y volver haciendo el mismo recorrido para

traer las prnvisin~iesd e 11' CCI-~E.l los cuid'iban

y arreglaban los barros, ellas las ,irtes

de pesca. !m cumto a la casa, la cmstruian

los hombres antes del matriinonio

pcro la mantcni'1n las mujeres toda la vida.

ksta division del trabajo era paralela a o t r ~

de reparto dc podcrcs. Ellos mandaban pcro

110 goberrinban en la practica porque pdsaban

mucho tiempo fuera de cn.;n, de modo

que eran las mujeres quienes adininistrabm

los ahorros y tomaban la mayor

parte de las decisiones familiares. Esta notable

equidad en cuanto a las tarecis y calamidades

que compar t í~nn o era de todos

modos reconocida, porque cl riesgo de la

vida en el mar eclipsaba el valor de las ocupaciones

femeninas que tranxiirrím en

tierra y comparativamente sin peligro.

El resultxio era una cornuiiiclad ni~iy

pnhrr, ~ndng,imira,. r~diicidn y wlidari;i

sostenida a base dc un intercambio dc bienes

y favores establecidos incluso por razones

de parentesco. Además de la endogamia,

otra prueba importante del aislamiento

y la particular diferencia quc Iia caracterizacio

a la Graciosa es el hecho de que

tienen un léxico propio y una peculiar manera

de hablar diferente al de Lanzarote,

empleando la i , por la que se les reconoce

y apoda de it a 1i' anos.

Según la informacih censal en 1910 vivían

en la isla 169 habitantes en 5 edificios

destinados a vivienda y 23 albergues o barracor-

ies comunitarios. En los decenios sucesivos

la población crece ininterrumpidamente

e inc!ilso añ-s "r~lifies" rn n c - -'u

teriores a la Guerra Civil y en otro abrigo

natural, se crea un segundo núcleo de pescadores,

Pedro Biirba.

El proceso de crwimiento de la poblac

i h sc vio favorecido por las obras que se

ejei~it~iroeriii 1'1 isld eritl-e 1940 y 1945 coii

el General García Escáinez en el Mando

Econhmico dr <'anari,is: rl primer murllr,

id ~gieside, i cementerlo, id escueid y id casa

de los m,iestros y varios aljibes. Además

se repartieron tierras de labor para lograr

una mayor autosuficiencia. En la memoria

del pueblo ha quedado especial constancia

de la inisi6n de este caudillo regional porqiie

'1 partir de esos '~ñosla vida en Lci Graciosa

sc hace definitivnmente estable. Además

de una estatua 11 de una calle que Ileva

su nombre, los ancianos recuerdan casi

con devoción siis actuacioiies, por eso dicen

que el ciía que niuri6 todo el p~ieblole

guardii Iiito.

En los aiios 60 la isla alcanza el cenit de

población y comienza su dccli\re. El colapso

del crecimiento era inevitable tanto por

la diniensi81i del trrritorio como por la nula

diversificación de nctiviciades. Todos vivían

de lo mismo y acabaron compitierido

entre sí; rlc mo d n ~ I I tP~ lvi~rnqi i~ i rcri iigrar

por las propias exigencias de la industrialización

y comercializaciiíii de la pesca. No

les faltaba comida ni lo más necesario, pero

al otro lado del Kío, la pesca y el turismo

crearon otros horizontes que inf'luyeron

tanto en la economía como en los deseos de

la gente. La isla quedó como un reducto de

viejos, mujeres y niños. Los jókenes a veces

casi niños se van a la Costa y allí en la dureza

del mar alcanzan tempranamente la

respctabilidad de los mayores. La intensidad

del trabajo se acrecienta con las nuevas

técnicas industriales que logran hacer

productivos los tiempos que antaño eran

de reposo por exigeixcias del vientu o de la

natiira!eza . El p ~ e h e!s~ ! hase de o--crn u-r--iy

afecto de los que están cada vez más largas

temporadas enrolados en el mar, la mayoría

con la finalidad dc l-iaccrsc una casa

y poco más.

El ahorro ge~ieradop or las largds y continuadas

aafras en África, hasta de 11 meses

sin pisar tierra y la creciente importancia

del sector pesquero al amparo del tiirismo

se traducen en ia concentración de la

riqueza en algui-ias f,imilias qiie logran

prioridad para establecerse en vtros sectores

de actividad cada vr7 mi5 vitales como

el coiiierciv y las coniuriicaciories, acabando

con rl noniadismo de una parte dc la

poblacion.

La emigración tuvo como destino preferente

Arrecife y tendió un puente cada

vez más sólido entre las dos islas, al que

contribuyí, especialmente la construcción

del muelle de Órzola. Afectó por igiial tanto

a quienes tuvieroii capital y credron iiegocios

paralelos o rwon\irtieron sil flota a

l'i pesc'l industrial como a quienes se empiearo11

en barcos ajeno5 y en el sector turístico.

En estos últimos supuestos se eiicontraron

la mayoría de los hombres j c í \ r r -

nes y las m~ijeres que qued'~roii fuer'i de

!a\ redes dr trabajc al drsaparcccr las arcnicas

formas de iiavrg,ir y repartir 10s heneficios

de la pesca. El cambio llegó con la

sustitución de la vela por el motor y la comercia!

iracicín de! pescade a t?i.\,hs dt. terceros.

Coincidi6 laiiibi611 con el uso de los

frignríficos y la transformación de la industria

de salazón, y por tanto, con el declinar

de una de las más ancestrales actividades

económicas de Lai-izarote: la sal.

En la "desbandada" de 1.a Graciosa desapdwce

currio primera medida el caserío

de Pedro Barba, convertido por una oscura

maniobra mercantil en la primera urbanización

turística destinada al ocin dr 10s

forasteros. Desde entonces, el inexorable

desarrollo del sector turístico 110 ha cesado

como compensacih a la crisis de la actividad

pesquera, desatada por la creciente

conflictividad de Africa una vez roto el

ccui!ibrio c;;!onia? , -:..-..

1 III l J l l l l l k I I \ I C C J C I CILLC

llevó a desaparecer a la mayoría de los

pueblos del litoral canario a manos del turismo

dkd11~C6O IIIO no podía ser de otra

manera al último y casi con certeza principal

pueblo de pescadores que quedaba en

el .4rchipiélago. Los servicios para los turistas

comenzaron a prosperar lenta y calladamente,

los jóvenes con más facilidad

que los l~iejosa ceptaron el cambio, primero

como una forma de ayuda cstacional,

Jvspués como una forma de dedicación

plena que les permitía trabajar sin riesgo y

sin aiejarse de la familia.

LOS AÑOS 80 Y LOS PLANES DE

PROTECCI~N

Ln Caleta del bebo hav dos hitos que

conmemoran in vida de 1'1 comunidad. Uno

es la estatu'i de Garcia Escáme~o, tro es la

placa que conmemora la \.isita de Los Reyes

para inaugurar el Parque Natiiial. Son

dos síiiiL>olos de dos de los niornentos más

cruciales en la historia de La Graciosa. Lno

es el que la declara como pueblo; el otro,

como un espacio protegido en c.1 qiie se \,eta

iormalnieiite el uso residcricid. En esta

contraclircih sc piiede resumir hoy la utopí,

i C ~ I I Pr ~pre~sc'n1t :,.i ~G raciosa

En los afios 80 en u11 contexto dr auge

del ecologisiiic~, el futuro de 1'1 isla se debate

entre !.? ,L:rb.3nií.?c(<:.12 ~ , r -vntnr-,-;í,:i . i'"'""'

i~iedio~i rnbie~Ei tl ~a~ylu. ntamiento de Teguise

resporisable del territorico urbano,

La isla de las buenas costumbres: cclmbio social y c~~l t~ei rna lla isla dc La Graciosa 293

presenta continuas propuestas de planes

turísticos, pero los tiempos parecían m&

proclives a la ecología y la isla quedó preservada

por la declaración del Parque Natural

del Archipiélago Chinijo en 1986. Para

entonces, el Estado, su propietario principal,

hace una notabli~ inversión en obras

públicas: muelle, potcibilizactora, lua eltk

trica, teléfono ..... Los camhios son tan importantes

que afectan desde el aspecto físico

del pueblo hasta los hábitos sociales y

domésticos de sus habitantes. La incomunicación

hacia el exterior había forjado una

intensa comunicación interna, en cambio el

teléfono, la televisión y la mayor periodicidad

de los barcos invirtieron ese procesv,

rompicmd(-> los la7os de dependencia que

unían la coniuiiidad en favor de una nueva

perspectiva de comodidades y consumo

de carácter privado.

La accesibilidad y la piihlicidad que silpuso

el Parque Natural alentc~roiie,n rrio-

U<; ;;u dcccc.Ldcy ' c;c < S .,%,,L, lCLLmLL.,.,, ,. e! dSXT<dh

turístico de la isla, lo que desató un rcnovado

iiiterbs por su explotacicín. El Ayun-

Lamienfo dc Ttpise hasta cntonces sin sedc

física en LJ Graciosa, abre una oficina y

crea distintos puestos administrativos, de

~~igi lancyi al impieza. I'or su p r t e , la C<ij<i

de Ahorros, con no menos a\,ider, crea una

sucursal introciiiciendo en la vida de la

gente ia 'comodidad" de sus servicios. tstas

nuevas instituciones a las que acompdki

el dinero y la bi i r~cr~iciaad,e riids de inducir

can~biose1 1 la econoinia y en los mc-idos

de vida de la gente, han segregado cn

la comunidad, un grupo m5s cualificado y

rnejor reiiiurierado. HCin ilesatddo adeilids,

la liicha por el siirlo, el bien mjs preciado

v escaso e11 lcl GrxiosCi.

La incertidumbre que generí, e11 la poblacitin

el ~e c r e t o ' d eP ' i rq~~Lea tural st. ha

traducido en los últimos años en una revitali~

acicind e In econoiiiia cit. In isl'i, maiiifiesta

en la arnpliaciiín y niiwra cnnstriiccihi

de vivienclas y negocios. Una coiist.-

cuencia ha sido I;i creciente edificaciiíii en

segunda pla~i t~pi ,a rticularnwi-ite acusada

en la zona del centro, donde actualmente

se acerc'i cil 20% de la superlicie coiistruida.

La ejecucicín dc las normas que regulaban

el Parque no han tenido completa ni

eficaz vigencia en estos últimos quincc

años porque otras leyes posteriores y de

rango superioi-; una nacional y otra autonómica,

obligaron a modificar su contenido.

Este vcicío legal lia repercutido eii un

manifiesto deterioro de la isla, inevitable

por la propia actividad económica y curistructiva.

Actualmente está en fase final la

redacción del Plan Rector de Uso y Gestión.

Despu6s de cuatro años parece inminente

11' últi~iiat entativa de establecer una

ley de punto final c11 los drsmanw del territorio

del Archipitlago Chinijo. El primer

paso ha sido un inventario de lo que hay y

ya no se puede ignorar ahiindantw edificariones

de dos plantas, 110 coche$, una escuiiitirer'i

... Uno de los probleinas princinY---

10~ L. qur. h3 ? - ~ p r ~ s e n t .!?1 dw~d z c ~ i ó nd e!

Plan es el hecho de que las leyes rararriente

o excepcionalmente conciben los Parques

Naturales coino espacios socialmcntc

habitados. Por tanto, la preservación de la

naturaleza siempre se ha entendido como

(111 11t~11~oil tj~~ddcr n1 '3 cwLividad 11u1ii~ma.

T'il cictit~idp arece i~idic'irq Lir se pieiisa de

partida que donde hay liiimancx e\ iniposibie

preservar I I ~ ~ U S~ iIn. U L I L ~1~10I ilcly cicii-

\~iiiadm & depredadora qiic la ~ I I ePje rcemos

los Iiumcinos, t.specialrnente en la \wsión

de socieclad de coiisunio. Pero si algún

sentido tienen las leyes dr protección del

territorio es educ'irnos para eliminar la codicia

y despiadadd euplotacion de ia naturale~

a.

El me\ o i'lan, con la inteiicióii de ser

eficaz y coiitar con el consenso de loi lidbitantes

de la Graciosa, ha sido redactado,

en modo excepcional, con las alegaciones

q ~ i ep or escrito han 'idoptado los vecinos

rt>unicios c v cciinisiones. En opinión de siis

reJCictores la pdi-ticiyciciíiri ci~icind~iiiloia

sido 1na5i\.,i, lo que indim una acti\ a y eutcri.;,

i concieiicia política necesxin para su

éxito. El principal reto del planeamiento es

convencer de los beneficios de las normas

escritas e iguales para todos, foráneos y locales,

frente a la habitual práctica de fmores

y contrafavores que tradicionalmente

ha regido en la isla. Esta politica "su1 generis",

se expresa en la resistencia a toda

norma, una de las consecuencias del pasado

de la isla más difícil de borrar. A los gracioseros

iio les hace ninguna gracia regirse

por normas que acotan o se enfrentan a s i ~ s

costumbres. Pedir permisos en su territuriu

para pescar, mariscar o aciidir a Alegranza,

les parece inaceptable, sobre todo a los jubilados.

Entienden que las normas deben

ser pardos de afuera pero no para ellos. E1

aislamiento los ha hecho indómitos, pero

junto a ese rasgo de iiideperide~ici1~1a~

prosperadc una nociva práctica política

servil de tirites cacicluiles. El ayuntamirnto

de reguise ha auspiciado esta tendencia

concediendo paternalmente solares a los

liiin<-Iinm-brei de la Ciacinsa mediante me-

---]- - -----

caiiisilios de adjudicación que riuricd fueron

transparentes. La situación se ha agra-

\,,id« c m el paso del tiempo por la transmisicin

y venta de propiedades a

f ~ r ~ ~ s t e rloos c, u al complica el estado de

propiedad dcl sudo y la consecuentc dificultad

a la hora de establecer normas de

carácter publico sobre el derecho privado.

Fl .-,. '

L L ~ L C I A I C J I V C I .~ -L -L1f r~ .-x -i1i - I i i i l i l CCUi lOi i i iA

de mercado ha supuesto el creciente aumento

de bienes de consumo inusiiales en

la ccimu~iidadq ue loine~i t~l~d idii fere~ici~y i

la indifereiicia. Desde una extensa gaiiia de

artefactos como los telbfcinns nióviles, motos

dc agua, cajeros automáticos, hasta ei

decorado de las viviendas y bares en los

que cada ver es más frecuente la iimportación

de materialrs sotisticados en silstitiición

de ulros Lrddicioriales que est.ihari sólo

en la isla como los callados del mar. El

uso de coches y grúas va igualmente creciendo

por la propia I6gica del aumento

del consumo; el transporte de bienes v

mercancías así como la rliminacih de desechos

bt'ríd de otro rriodu imposible. La carretilla,

el medio usual para llevar las cm

sas del barco a las casas, se hace prqiiefia

e inútil para la nueva dimrnsicin de la

ect~nomía. Las calles llegan a hacerse conflictivas

en verano por la intensidad del

trdfico, sobre todo pensando que no están

señalizadas y que el uso no es exclusivamente

peatonal auiique en la mente de la

gente siga vigente esa creencia.

Un cambio en el modo de vida muy significativo

y de consecuencias también visibles

es el de la dieta alimenticia. Cuando la

gente mayor del pueblo habla de las calamidades

de su pasado, cuentan que ellos

prácticamente solo comían lo que daba el

mar, gofio y fruta paad'~. Aliura dl cvntrario,

apenas comen gofio e importan un siiifín

de alimentos erivasados. La dietn tradicional

era tan perfectamente ecolcigíca que

no grn~raha residuos, la compenetración

entre naturaleza y cultura era total. Sin rnibargo,

entrados de lleno en el consunio, no

có!!~p r e !!^$ sino PO? C S ~ I Sd~e !as derriaridas

de los turistas, los productos adquiridos

en el mercado se inultiplican j~into

con los envases y materiales no desechables

que revolotean por las calles de

arena y las playris. No es casual que el Plan

haya concebido como una de las actuaciones

ambientales más preocupante y necesaria

la recogida selectiva de b a s u r , ~y~ s u

tl-a3i¿ldu a LNLL¿~LL,~.

Los rasgos culturales del pueblo dc prscadores

van d e ~ ~ ~ p ~ ~ r e ceine rnridodvo cada

ve/ más notable tanto en las costiimhres

corrio en el '~spectu físico del pueblo y de

la gente. La ropa, incluso, en otro tiempo

caracteristica de los gracioseros, sólo la

conservan las personas mayores, especialn-

ierite las mujeres que Ile\ el svrribrero

de c,mpleita. La austeridad y la simpleza de

vidd dan paso a formas niás sofisticas de

lrstir y de \vivir al tienipc que declina la

importancia de la comunidad de ii-iariiieros.

La costumbri. cic saliidarse propia dc

LIII piieblo de C C ) I I C ) C ~ ~yO ~q ue se reconoce

también \,a perdi6ndose con el creciente

anonimato.

La isla de las buenas costumbres: cambio wci,il y cultui-al en la isla de La Graciosa 295

Podríamos deducir de la historia del

poblamiento de la Graciosa una ley universdl

de adaptación al medio: El mar hace

a los marineros nómadas, sin ahorros, ni

riquezas, porque el mar tan pronto te lo da

todo como te lo niega todu, por eso son

gente poco dada a previsiones que alteran

escasamente el paisaje. En sentido inverso,

la tierra obliga a los campesinos a ser previsores

y constantes, de modo que si alteran

el paisaje. En esta cadena de explotación

de la naturaleza nuestra sociedad de

ocio es la más depredadora de cuantas

existen y han existido porque explota en

modo intensivo la totalidad del territorio

con tal multiplicidad de fines que no hay

posibilidad de recuperación del paisaje.

L'n aspecto importante del cambio es la

percepción del tiempo. La prisa, los plazos,

las previsiones y los cálculos de tiempo y

dinero que llegan con los negocios acaban

por alterar la mentalidad de la gcntc, cspecis!

mente en 1:erann que la pnblacinn llpga

a trjplicxse. La apoieosis es la fiesta del

Carmen encuentro obligado de los gracioseros

y dc los jó\.encs de Lari~arotc que

acampan en sus playas, el "chinchorriaje"

del que se escandalizan los viejos de la

Graciosa. Fii esas fechas, la T~igilanciap rácticamente

inexistente en la isla durantc todo

el año, sdo hay dos municipales, se

muitipiica por rerriur 'i iub ~ieshCie~ier>e.-

ro últimamente, las ocasiones festivas para

acudir a la isla se multiplic'+n y b'isia que

exista una vía de coniuiiicaci6n para que se

desate el deseo de ir y venir entre una isla

y otra. .4deinás, la presión que el turismo

ejerce e11 las islas mayores fomenta un circuito

alternativo entre 10s escasos sitios que

como la Graciosci quedan fuera de la explotación

internacional.

LOS ARTISTAS PRECURSORES DEL

CAMBIO

La soledad, la simplicidad y la vida

apartada de los ritos sociales ha sido uno

de los atractivos principales que buscaron

10s prirneros artistas y aventureros que llegaron

a estas islas antes de la fiebre del turismo.

En La Graciosa encontraron inspiración

para sus obras dos grandes artistas:

Ignacio Aldecoa y Patrick Shiel.

La escuela de La Graciosa tiene el nombre

de Ignacio Aldecoa. Es el homenaje público

a un importante escritor de la generación

de lus "~ií'ius de la guerra" que describiíi

con macxstría lo que era vivir en La

Graciosa en 1967. Dos añus antes de inorir,

Ignacio hldecoa encontró en J-.a Grnciohd

además de un paraíso en el que ericuritrarse

a sí mismo, el lugar en que ubicar su 61-

tirria y mejor novela "parte de una historia"

en opinión de su mujer Josefina

Rodr ígue~A ldecva. Relata el drama individual

y colectivo que se dcsencadcvw en

esta pequeña isla, ejemplo de una sociedad

tradicional casi hermktica, bruscamente sorrietid'l

a la invasión del mundo exterior

moderno. En este lugar "vacío", en el que

nada hay superfluo, sofisticado o abundante,

el autor busca las repuestas que no

encuentra y le atormentan en su vida l w

bitual y urbana.

La novela describe con perfecto realismo

la vida de un pueblo transeúnte, de vida

incierta y cxtrrma por la poderosa fuer-

7a del mar y dr las rocas. Organizado por

la rccurrencia de las mareas y los vientos,

!a rutina y !a imi;>nsihilid;ir! dr! wrrrto 1 J r i

pueblo aislado, sin hombres jóvenes porque

pasan grandes temporadas en las pcsqueríasdel

Siii; de viejos pescadures liatiituados

al ron y a la cantina, dc rniijerrs

muy laboriosas y sumisas y de niños que

Cürrer, r,!rcdL.dur dc.! :,idrL de maynres.

Un pueblo trabajador aún sin tocar por

la frivolidad del turismo que vive día a día

sin ~TILIC!I'I pi-cvisií>n purque "del mar nu~ica

se sabe".

Los forasteros que naufragan en la isla

representan la amenaza de la sociecl,id de

coiisuiiio. Sus costumbres modernas (nudismc-

i, lihprtatl sexiial ...) tirnen u11 efecto

ambi~alenter i la vida dei pueiiio, enlre la

atracción y el escándalo. Por una parte,

rompen la rutina y liberan deseos frustrados

por la endogamia, la pobreza y la adversidad,

pero por otra parte, perturban y

asustan porque tambalean las normas ciegas

que sostiene la comunidad.

La novela como documento social que

es, refleja muy acertadamente la confroiitación

y el cambio resultante del eiitr~criizamiento

de dos inuindus piáclic~rrierite

separados: el local, y el de los dt, afuera.

Adelanta el fin del ostracismo de una co-

~nui i icl~ddr pescadores ajena a la moderni~

aci61ai la que llega un pequeño grupo

de extranjeros que sin proponérselo actúan

como agentes de su transforn-iación.

El cambio de todas formas era y es inevitable

y la aiitarquía iiisusteriible aunque

nostálgicamente se piense que el turismo

lia sido la industria devastadora que lo ha

caiisado, y que son los de afuera quienes lo

imponen. Lo que sí ocurre es que la \ elocidad

del cambio es cada v ~ m7 a s vertiginosa

en la medida en que se desarrollm las

comunicaciones y la información. Por supuestu

liay que admitir también que 1'1s relaciones

que genera el turismo entre visitdiites

y visitados no son igualitarias ni están

exentas de dominación. Dicho esto, las

consecuencias son todas inevitables. Los

males de la civilización van todos juntos, la

desigualdad entre los miembros de la comunidad

crecicí junto a la riq11~7a

Además de Aldecoa otros forasteros insignes

encontraron en esas "20 millas cmdradas

de piedras y ;ireii,i" su utopía a la

vez que contribuyeron a cambiar para bien

y pard mal la vida del pueblo. Patrick y Silsria

Chie!, iIn urpitectc :, Ur,a pintüra pxfesores

de la universidad de Oxford c k

1945 que se instalaron rn la isla en 1468. La

sefiora tiene actualmente 94 aiios peici no

es tina anciana en su forma de vivir y pei-isiir.

Habla muy mal el espaíiol pese a no salir-

yrácticmiente de la isla. Eligió ese liigar

con su marido y en 61 quiere perriiariecer a,

pesar de que vire sola desde hace 20 años

que éi IIIU~IO5.u casci e~ UIM obra señera de

arquitectiira moderna, en su intencibn está

el pasar desapercibida e integrada en el

ambiente, y desde luego lo consigue porque

parece que ella siempre estuvo allí y

que los intrusos son los dcm5s . La casa no

está pintada, y la arena ha ido eiwolviéndola

y i l i C~irriiriáridolal o que contrasta rotundamente

con las formas remozadas locales,

cúbicas y blancas.

La casa de los ingleses es la primera vivienda

que no tiene un principio de uso relacionado

con el mar y la pesca. Es la primera

obra de arquitectura de la isla con

una finalidad estética. Representa el sueño

de dos personas que deliberadcmieiite se

apartan del mundo civilizado y buscan la

libertad en la nrituralcza aún intacta de una

isla que entonces seguía regida por la recurrencia

del mar y de los astros y que 'IJulecía

de ruidos y máquinas. T.a sc3ñora que

generosamente muestr~si u cdsd se liorroriza

de como es hoy la Graciosa, su casa no

tenía unos límites absolutos con el exterior,

rllri.; querían ser en !a tierra !e qle iln hsrco

en el mar, ahora el exterior es uri'i dañina

creación humana. La5 piiertns disefiadas

para no ser cerradas con llave parecen un

sueñc imposible de sostener con tantos visitantes

desconocidos.

LO QUE ES INVARIABLE EN LA

GRACIOSA

Hasta ahora se lian deslacado los aspectos

cambiantes de la ciiltiira y de la economía

en la isla de La Graciosa, pero sería

incompleta esta descripción si no incluyera

la determinación casi invariable que impvse

el !usar cn !a ;-ida de la gente. Cii las

sociedades a v a r i ~ ~ ~ dlad sm,o \ ilidad y artificialidad

de nuestras vidas nos hacen 01-

vidar cuiiii~i~i~~irieqruiete vivimos en un

sitio y un tiempo determinados. En las ciudades.

quedd como un recucrdo casi biológicc

de ntiestro pasado natural, la referencict

dcerca del tiempo, pervive como un nexo

de unión entre las personas a partir del

cual se emprende la comunicacitii-i más elemental

entre desconocidos. El cspacio y el

La isla de las buenas costumbres: canibio social v cultural en la isla de La Graciosa 297

tiempo no parece que nos determinen. Hace

ya mucho tiempo que ni los alimentos

que curisurriisrrios rii los ritrrius de tr'ihiju

y diversión tienen corresponclencia con los

ciclos de la naturaleza. En La Graciosa, sin

embargo, no podríamos decir lo mismo, ni

siquiera ahora que la ilusión del consumo

y de los medios ha diluido la influencia del

lugar, porque la dependencia externa es total

y el taniaño n~anifiestanierite limitado.

Es tan pequeña la isla que es imposible ignorar

la influencia extrema del viento y cl

mar, de ellos aún depende la mayor parte

de la economía y el bienestar anímico de la

gente. Como ocurre en otras zonas de crónico

aislamiento, como los puertos de inontaña,

las personas temen quedarse incomunicadas

y no tener reservds de alimentos,

ni atención médica, sienten que las

comodidades de las que gozan pueden desaparecer

e11 un rev6s de la naturaleza o de

la gente.

Por otra parte, ia vicia priwda en un terreno

tan limitado cobra especial rele\-ancia

y 1'1s p e q ~ i e h sdi ferericias se convierten

en crónicas y profundas desa\wwncias sociales,

tal vez porque 110 hay otras cosas en

qué ocuparse. El tamaño hace también sem

tir con desmedida intensidad la presih demográfica;

en verano, 1.500 personas en

una isla de 27 km. cuadrados representan

una densidad verdaderamente alta. Ellos

se quejan de que no se p~i e d ee star, ni caminar

con tanta gcntc. A nosotros urbanos

y forasteros, nos sorprende su actitud, porque

aún estando allí no tenemos la refer

~ n r i am ~ n t a Al P i in t~r r i tnr inta n limitadn

Además del aislamiento y del tamaño

de la isla, el otro determinante geográfico

imposible dc cludir cs cl acantilado. Estando

en la Graciosa la miiralla dr Faniara PS

un límite imponente «m& noche que la nochw

dice Aldecoa. Es frecumte escuchar

entre los que están obligados a vivir en la

isla por ra7ones dc trabajo qiie el acantilado

les parece una muralla opresiva, que les

angustia tenerlo siempre enfrente, sin dejar

ver lo que hav detrás, más aún en i nw~r n o

con las calles vacías y el viento silbando.

Entre los maestros por ejemplo, cada

curso la movilidad es pricticamcnte total y

es raro el año que no se presentan bajas laborales

por depresión nerviosa. El curso

pasado intentaron, y contaron con la oposición

de los padres, pactar un horario que

les permitiera alargar los fines de semana

hasta la media mañana del lunes para permanecer

más tiempo fuera de la isla. En el

caso de los mtdicos, dos facultativos alternan

su trabajo y permanecían en la isla. En

cuanto a las monjas, es iin retiro espiritual

elegido pero ni por ésas 10 conservan en

modo continuado.

Otro aspecto más a destacar del determinismo,

en este caso en modo benefactor

es la sana libertad de la que gozan los niños,

la isla cs para cllos un pnrquc seguro

en el que no es preciso la continua vigilailcia

de los padres. En opinión de los rnaestros

esta ventaja tiene un precio )7 es que les

cuesta inucho entusiasmarlos con la escuela

porque para ellos es un encierro y no la

necesitan. El fracaso cr c.;pccinlmcntc c.;-

trepitoso entre los \raro~iesid entificados

con la \ida del mar y el barco que \,an a heredar

de su padre; y menos manifiesto entre

las niñas que tienen una tendencia mayor

a involucrarse en la educación porclue

r... v-.. - -. '311.. ri?pri?sent.!?a povi&!i&d &

camiiio personal más activo e independiente

que el de esperar a los maridos q ~ ~ e

estin casi sicinprc cmbnrcodos.

Al analizar las características diferenciadoras

de la vida ~irbana, uno de los .--..- .-...- m l.... i. ..- 2 - - 1 ....... l.. 1. - - - : - l - _ r -

1 8 11I k IOIC' I I I I ILIOCICI I ~3 CIT ln x i c ~ c i l c i ~ i c i ,

G. Siirimel destacó tres rasgos esenciales de

este modo de vida: el secreto, el dinero y la

pris'i. Esos tres rasgos liaii cambiado en última

instancia nuestra personalidad. Como

hemos visto, en La Gr,tciosa rstcí instalado

ese modo de vicia, lo cual no quita que coexistan

viejas formas tradicionales de entender

el mundo. Lo que se propone el Parque

Natural es que se frene el deterioro

medioambiental, lo que debemos proponernos

con igual intensidad es preservar

una cultura igualmente amenazada

Para terminar transcribo la conversación

que tuve en La Graciosa con una persona

que conoce muy bien la isla y que su

propia historia personal es testimcinin del

cambio desciilo. Comparlo su opinión:

"Antes de la tele íbamos en el barco ha-

L ~ I ~ I ~ CdI Ce I C C I M ~ p e ~ x ~ ~ ~ludelgeu> 'I C'ILI'Imris

hablando de programas de la tele.

Esa dimerisivn cada ve^ tierie más fuerza.

Un niño conoce el león a travts de la tele,

pero un le611 no tiene ndda que ver con

esa imagen. Un león huele y a la distancia

que io tienes en ia teie io ves y saies por

patas, es imponente, demoledor. Mi hijo

está todo el día en la marea pero no tiene

los detalles de quienes vivieron en ella sin

la presencia de la tele. Yo ahora siento que

no sería distinta mi visión del mundo estando

aquí que estando en Nueva York.

En la época anterior era imposible pensar

así, estábamos absolutail-iente ei-itroncados

con el medio. En la medida en que te

vas desligando emocionalmente drl medio

L C I C~ I ~ ~ I UI I I~CIU ~ ~ ~ I U C L Ui1I1e~ 1 11~dtle

distancia que vas llenando con otras cosas:

libros tele, objetos, ariigus ... Cuandu

vivíamos en aquel mundo tan simple soñábamos

muclio mAs. El primer acto rndñanero

era precisamente contarnos los

sueños. Pero ahora 110 es así. Ero hay que

cultivarlo, si no, se pierde, y así nos ha

ocurrido.

La isla de las huenns cnst~imhres:c ambio social y ciiltiiral en In isLi de La Graciosa 299

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