Rebok, Sandra (Editora científica):

Traspasar Fronteras. Un siglo de intercambio científico

entre España y Alemania. Ein Jahrhndert Deutsch-Spanische

Wissenschaftsbeziehungen. Über Grenzen Hinaus

[Exposición y Catálogo]. Consejo Superior de Investigaciones

Científicas – Deutscher Akademischer Austausch

Dienst, Madrid, 2010, 433 págs. ISBN 978-84-00-09105-7.

Marcos Sarmiento Pérez

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

msarmiento@dfm.ulpgc.es

Es sabido que las relaciones hispanoalemanas

se remontan al reinado Carlos I de

España y V de Alemania (1519-1558), y que,

aunque minoradas por diversas circunstancias,

nunca dejaron de existir. Sin embargo,

¿cuántos españoles, más allá de los especialistas

en cada disciplina científica, saben que

muchos de nuestros más preclaros mineralogistas,

filósofos, médicos, químicos, físicos,

matemáticos, filólogos, juristas, pedagogos o

arqueólogos debieron parte de su formación a

estancias en Alemania, y que gracias a ellos

España vivió uno de los periodos más brillantes

de su historia cultural? ¿Pero, igualmente,

que alemanes expertos en minería y mineralogía

colaboraron con el Gobierno español

desde mediados del siglo xviii, o que tras la

Primera Guerra Mundial científicos alemanes

−entre ellos Albert Einstein− impartieron cursos

y conferencias en España paliando así las

penurias por las que atravesaban en su país?

Sobre estos y otros aspectos arrojan

luz la presente Exposición y el Catálogo que

la sustenta, poniendo de manifiesto cómo,

desde escenarios bien distintos –España, en

el agónico declive de su política colonial y Alemania

en pujante actividad académico-investigadora−,

ambas culturas volvieron a mirarse

a mediados del siglo xix y sentaron las bases

de una centuria de intercambio científico: de

1910, año en que vieron la luz las primeras

instituciones españolas que lo impulsaron, a

2010, el de la primera convocatoria del Premio

Julián Sanz del Río otorgado a jóvenes investigadores

por la Fundación Universidades.es y

el Servicio Alemán de Intercambio Académico

(DAAD). Veremos, no obstante, que los antecedentes

nos llevan a finales del siglo xviii.

Comisariada por la Dra. Sandra Rebok

y coorganizada por el CSIC y el DAAD, conforman

la Exposición 26 paneles de 1,50x1,0 m,

en los que imagen y palabra conviven armoniosamente.

Pese a emanar de una concienzuda

investigación compilada en el Catálogo,

el carácter divulgativo y la edición bilingüe la

hacen accesible a un amplio público español

Vegueta. Número 12. Año 2012

Anuario de la Facultad de Geografía e Historia

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

ISSN 1133-598X. Páginas 83 a 86

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 84 y alemán, lo cual ha consolidado su vocación

itinerante: inaugurada en junio de 2010 en la

Residencia de Estudiantes de Madrid, se ha

exhibido en Sevilla, Barcelona, Ciudad Real,

A Coruña y Valencia; y, en Alemania, en la

Universidad de Regensburg y en las sedes

del Instituto Cervantes de Múnich, Berlín y

Frankfurt a. M. –donde, dicho sea de paso, la

visitamos en mayo de 2011.

Constituye el Catálogo un espléndido

documento (433 páginas), en formato grande

(30 x 24 cm) y edición bilingüe. Prologado por

el Presidente del CSIC, Rafael Rodrigo, y el

Secretario General del DAAD, Christian Bode,

en él intervienen, además de la propia Comisaria

(editora científica, autora de dos de los

textos, traductora y fotógrafa), un selecto elenco

de 18 autores españoles y alemanes, que

desgranan los aspectos, las personas, las instituciones,

las circunstancias y los hitos históricos

de las relaciones científicas hispano-alemanas.

Es, sin duda, una magnífica fuente de

información histórica para un amplio abanico

de especialistas, pero, igualmente, sumamente

útil para centros españoles que enseñen

lengua y cultura alemanas o sus homólogos

alemanes.

No es esta la primera Exposición de

Rebok, cuyas funciones en la Vicepresidencia

Adjunta de Organización y Cultura Científica

del CSIC incluyen las de prepararlas, editar

catálogos y divulgarlas. Con Puig-Samper,

ha comisariado Un viaje del espíritu: Alexander

von Humboldt en España, exhibida en las

sedes del Instituto Cervantes en Berlín, Múnich,

Bremen, Manchester, Londres y Viena,

o España explora. Malaspina 2010, dedicada,

fundamentalmente, a la expedición de Alejandro

Malaspina a las posesiones españolas de

América y Asia en 1789-94. Especializada en

la obra humboldtiana tocante a los vínculos

del sabio prusiano con España, Rebok es también

autora de valiosos trabajos sobre aportaciones

de naturalistas alemanes, por ejemplo,

la edición, con Puig-Samper, del relato del viaje

a España entre 1797 y 1801 del botánico

Heinrich F. Link (Viaje por España, trad. de M.

Fernández, CSIC, Madrid, 2010).

Veamos, pues, por dónde nos lleva

Traspasar Fronteras. … Tras la Presentación,

los paneles 2-5 nos adentran en los antecedentes

de las relaciones científico-culturales

en el s. XIX: la fundación en 1840 de la Academia

Alemana-Española en Madrid, la estancia

de Julián Sanz del Río en la Universidad de

Heidelberg (1843-1845), desde donde introdujo

el krausismo −doctrina tolerante en lo académico

e imparcial en lo político-religioso−, la

consolidación del transvase ideológico por la

Institución de Libre Enseñanza (ILE), creada

en 1876 por Francisco Giner de los Ríos, y el

descubrimiento de Ramón Cajal como científico

en Berlín en 1889, que reanimó la alicaída

ciencia española. Aunque desde finales del

siglo xviii, autores como Goethe o Schiller habían

dedicado obras a asuntos españoles, y

naturalistas alemanes investigado en España,

fue el contacto de nuestra comunidad científica

con Alemania lo que sacó a nuestro país

del aislamiento científico en el último cuarto

del siglo xix. Los asuntos de este tramo los

bosqueja Rebok y los amplía Puig-Samper en

el Catálogo (pp. 21-28 y 29-54), constatando

que, en realidad, los intercambios primigenios

fueron en la Minería, pues desde mediados

del siglo xviii hubo expertos alemanes en España,

como el primer director de la Escuela de

Minas de Almadén, y españoles que estudiaron

en la Bergakademie de Freiberg, donde lo

hizo A. von Humboldt.

Seguidamente, los paneles 6-11 nos

muestran la regeneración científica española

a comienzos del siglo xx. Propiciada por la

ILE, la Junta para Ampliación de Estudios e

Investigaciones Científicas (JAE), fundada en

1907, con Ramón y Cajal como Presidente y

el jurista-pedagogo krausiano José Castillejo

como Secretario, catapultó el cambio científico

con un proyecto modernizador, materializado

a través de la Residencia de Estudiantes

(1910), que impulsó la estancia de jóvenes

en universidades y centros de investigación

extranjeros (“ampliación de estudios”) con un

programa de pensiones (becas), y la Residencia

de Señoritas (1915), que hizo lo propio con

la mujer.

Desgranan los aspectos de este tercer

tramo en el Catálogo S. Rebok (páginas

107-139), J. García-Velasco (páginas 139-

167), M. Janué i Miret (páginas 169-191) y A.

Gimber, I. Pérez-Villanueva Tovar y S. López-

Ríos (páginas 193-213), resaltando que de los

3.150 pensionados entre 1908 y 1936, fueron

a Alemania 769 (entre ellos —además de muchos

otros mencionados o no en la presente

reseña— la pedagoga María de Maeztu —directora

muchos años de la Residencia de Señoritas—

el filólogo Jordi Rubio Balaguer, el

economista Ramón Grande Thovar, el arqueólogo

Antonio García Bellido, los médicos Severo

Ochoa y Gregorio Marañón, el fisiólogo y

político Juan Negrín, el físico-químico Miguel

A. Catalán Sañudo, el físico-meteorólogo Arturo

Duperier Vallesa, la museóloga Teresa Andrés

Zamora o la genetista Jimena Fernández

de la Vega Lombán. Como contrapartida, por

ejemplo, la Residencia acogió a pensionadas

alemanas de origen judío que huían del hostil

ambiente alemán.

La cooperación desde la otra persV

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 85

pectiva la vemos en el cuarto tramo, donde

los paneles 12-13 ilustran la situación de la

ciencia alemana en España al finalizar la Primera

Gran Guerra y el interés científico-cultural

por nuestro país durante la República de

Weimar. La creación de la Notgemeinschaft

der deutschen Wissenschaft para impulsar la

investigación dentro y fuera del país tras el

boicot a la ciencia alemana al finalizar el conflicto,

y la neutralidad española sumada a la

oposición de investigadores españoles contra

la exclusión de los colegas alemanes de los

foros científicos internacionales facilitaron la

cooperación con España. Los paneles 14-15

muestran las primeras instituciones alemanas

en nuestro país, y los dos siguientes la estancia

de Albert Einstein y otros científicos, así

como otras iniciativas que posibilitaron el intercambio.

Pormenorizan esta temática S. Rebok

y A. Presas i Puig (Catálogo páginas 87-104

y 107-137), relacionando las instituciones impulsoras

(por ejemplo, la fundación Alexander

von Humboldt Stiftung) y constatando cómo

España aprovechó las circunstancias antes

expuestas para acceder a las disciplinas científicas

más avanzadas en el modélico sistema

alemán —desde mediados del siglo xix había

vinculado los laboratorios universitarios a la

industria— invitando a impartir cursos o conferencias

a científicos alemanes, que atenuaban

penurias y aislamiento, y cómo éstos, dada su

precaria situación, compensaron a sus colegas

españoles con títulos académicos, como

doctor honoris causa, o ingresos en sociedades

científicas.

El panel 18 nos pasea por la arqueología

alemana en España, desgranada en el

Catálogo (pp. 329-357) por J. Maier Allende y

Th. G. Schattner. Apoyados por instituciones

emanadas de la JAE, como el Centro de Estudios

Históricos y la Comisión de Investigación

Prehistóricas y Paleontológicas, jóvenes

arqueólogos —como Pedro Bosch Gimpera,

primer pensionado en Alemania entre 1911-

1913— orientaron sus estudios en la prehistoria

germana. No obstante, ya en 1836, el

Instituto Arqueológico Alemán (IAA) —que a

partir de 1943 tuvo departamento permanente

en España—, había permitido el ingreso al

hebreísta Luis Usoz y Río y, posteriormente,

a otros 26 españoles. Por otro lado, la revista

Investigación y Progreso, codirigida por H.

Obermeier y A. Zulueta, publicó artículos de

arqueólogos alemanes y españoles, y a principios

de los años 30, nuevamente españoles

realizaron estancias en Alemania y alemanes

en la Península. Ejemplo de la colaboración

fue la intervención en la ciudad romana de Manigua

−codirigida por Juan de Mata Carriazo y

W. Grünhagen.

El quinto tramo (panel 21) recorre el

intercambio desde la Guerra Civil hasta la

transición democrática; desde la disolución de

la JAE y la creación del CSIC en 1939, que

heredó la política de intercambios de aquélla,

hasta la prosecución de las relaciones a través

de nuevas instituciones (p. ej., el Instituto

Alemán de Cultura en Madrid y el Instituto

de España en Múnich) y el restablecimiento,

al terminar la Guerra Mundial, de las anteriores

(Sociedad Görres, IAA e Instituto Goethe).

Este periodo lo detalla C. Sanz Díaz en el Catálogo

(páginas 359-381), resaltando los vínculos

creados por la ayuda alemana a Franco

en la Guerra Civil y la rentabilización de Alemania

durante la Guerra Mundial promoviendo

las relaciones científicas y la lengua alemana,

mientras España potenciaba la visita de científicos

alemanes a través del CSIC —siendo

Secretario José María Albareda, farmacéutico

y químico y ex pensionado en Alemania—, del

Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial y

de la Junta de Energía Nuclear.

El sexto tramo (paneles 22-24), cuyos

objetivos detallan Ch. Arndt y B. Göbel en el

Catálogo (pp. 385-407), nos muestra el estado

actual de la colaboración, en la que destaca la

cooperación entre el CSIC (con 128 centros y

7 grandes instalaciones científicas), la Sociedad

Max-Planck (con 76 institutos) y la Deutsche

Forschungsgemeinschaft, amén de la cooperación

cultural promovida recíprocamente

con una política de becas por la Fundación

Universidades.es y el DAAD.

La penúltima estación (panel 25) presenta

el balance de la cooperación científica

en los 100 últimos años, resaltando las alentadoras

perspectivas que el Espacio Europeo de

Enseñanza Superior brinda a ambos países,

así como el mayor equilibrio, pese a la persistencia

de diferencias. Finalmente, el panel

26 nos muestra la cronología del intercambio

jalonada por 35 fechas: desde la estancia de

Julián Sanz del Río en Alemania en 1843-

1845, hasta la primera convocatoria, en 2010,

del Premio que lleva su nombre, destinado a

jóvenes investigadores.

Otros ámbitos que la Exposición toca

de pasada los pormenoriza el Catálogo: estudios

hispánicos, filosofía, filología, historiografía,

genética, física, química, matemáticas

o derecho. D. Briesenmeister (páginas 55-85)

nos lleva desde la publicación en Alemania de

una Historia de España en 1769 hasta el auge

de los estudios hispánicos en la república de

Weimar —cuando hispanistas como E. R. Curtius

estudiaban la Generación del 98, al tiempo

que Ortega y Gasset publicaba en la Revista

de Occidente traducciones de filósofos y

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 86 científicos germanos. Y entre ambos extremos

cronológicos sobresalen hitos como el primer

diccionario español-alemán, el primer alemán

miembro de honor de la RAE o las traducciones

y reediciones en español de la Editorial

Brockhaus.

A su vez, C. Roldán ahonda en las

relaciones en la filosofía (páginas 217-235),

resaltando que aunque el número de pensionados

fue menor al de otras disciplinas, su

pensamiento fue trascendente en la cultura

y política españolas. Julián Basteiro y Fernández,

Fernando de los Ríos Urruti, Ortega

y Gasset, Manuel García Morente o Javier

Zubiri Apalategui destacaron en una primera

generación, y Emilio Lledó, Javier Muguerza,

Reyes Mate o la propia Concha Roldán, en

una segunda.

El intercambio en la filología, la historiografía

y la genética alemanas lo aborda J.

M. López Sánchez (pp. 237-265). Con Ramón

Menéndez Pidal, que dirigió el CEH y entró en

contacto con eruditos alemanes —por ejemplo,

K. Vossler— alcanzó su apogeo la lingüística

histórica de raigambre germánica. En la

fonética experimental destacó, por ejemplo,

Tomás Navarro Tomás, formado en la Universidad

de Hamburgo. Un importante papel en

los estudios etimológicos y lexicográficos lo

desempeñó la Revista de Filología Española,

que tomó como modelo la Zeitschrift für Romanische

Philologie. Finalmente, la genética

se abrió paso de la mano de Antonio de Zulueta,

ex pensionado en Alemania.

J. M. Sánchez Ron nos adentra en

las relaciones en las matemáticas, la física y

la química (páginas 291-328), dejando constancia

de que esta última fue de las primeras

ciencias estudiadas por españoles en Alemania,

por ejemplo, Magín Bonet y Bonfill, a mediados

del siglo xix. Entre los pensionados de

la JAE en 1908-1910 destacó Enrique Moles,

introductor en España de la enseñanza de la

química-física. A las relaciones con Alemania

debieron mucho también el matemático Julio

Rey Pastor o el espectroscopista Miguel Antonio

Catalán. De los científicos alemanes que

visitaron España destacó A. Einstein, que, en

1923, impartió conferencias en Barcelona,

Madrid y Zaragoza.

Finalmente, la labor de la JAE en la

formación de juristas la detalla L. Arroyo Zapatero

(pp. 269-289), resaltando cómo dos generaciones

de estudiosos —en la era guillermina

(1890-1918) y en la de Weimar y el periodo hitleriano

(1919-1949)— siguieron la encomienda

de Giner de los Ríos de que los juristas

habían formarse en Alemania. El contacto de

romanistas, como José Castillejo, historiadores,

como Eduardo Hinojosa, filósofos, como

Felipe González Vicén, civilistas, como Federico

de Castro y Bravo, mercantilistas, como

Rodrigo Uría, procesalistas, como Emilio Gómez

Orbaneja, penalistas, como Luis Jiménez

de Asúa o laboralistas, como Gaspar Bayón

Chacón, con maestros alemanes fue relevante

en la modernización de nuestra ciencia.

En suma, Traspasar fronteras… nos

brinda la primera panorámica sobre las bases

históricas de la relación científica hispano-alemana.

Con inusitado esmero recoge la labor

de quienes concibieron la recuperación del secular

tiempo perdido por España, iniciaron su

regeneración importando otra forma de hacer

ciencia y academia y contribuyeron al trasvase

de nuevas ideas: mediante traducciones de

obras alemanas, desde las escuelas que crearon,

las cátedras que asumieron, los centros

de investigación que dirigieron o, incluso, desde

relevantes cargos políticos que ejercieron a

su regreso.

Pero igualmente articula el beneficio

que del intercambio extrajeron científicos alemanes.

En el difícil equilibrio logrado radica

uno de sus muchos méritos, pues aunque las

relaciones entre ambos países se tornen cada

vez más comunes en el contexto de convergencia

europeo, partieron de intereses y situaciones

bien dispares.

Se trata, sin duda, de un encomiable

trabajo compilatorio, que rescata inestimables

informaciones e imágenes sobre uno de los

periodos más fructíferos de la historia española,

tristemente truncado por la Guerra civil y la

Dictadura. No podemos por menos de felicitar

a sus autores y recomendar la visita a la Exposición

y la lectura de su Catálogo.

V